Es sólida, está en medio de una gran finca y rodeada de árboles plantados por sus dueños hace ya muchos años. A mí me da la sensación de que desprende tranquilidad y una perdurabilidad casi eterna. Y me parece un acierto ese revoco siena pálido y la pintura verde de las contraventanas: es la mejor manera de enlazar a un tiempo con la tradición y con la naturaleza.

Y ya en el interior, es de obligación señalar la logradísima mezcla entre el mobiliario rústico y unas piezas centroeuropeas (alemanas en gran parte, como sus dueños) delicadamente escogidas. El comedor es toda una proclama de esta alianza, pero es una constante en el resto de las habitaciones. Eso en cuanto a la decoración. Porque la distribución es algo también a no olvidar. El espacio abierto, comunicado por grandes arcos achatados, confirma sin duda esa primera impresión que tuve al ver por primera vez la casa: estabilidad, contundencia, permanencia. Barro en el suelo, revoco en las paredes, vigas en el techo y una atmósfera quieta y al mismo tiempo vibrante de vida.