Hay cocinas abiertas que te invitan a quedarte y otras que parecen estar pidiendo a gritos un tabique que las oculte. Cuando se decide abrir la cocina al salón, algo cada vez más común en las casas actuales, el reto no es solo derribar un muro, es conseguir que ambos espacios hablen el mismo idioma decorativo. Y ahí es donde empiezan los errores.
A veces, lo que debería ser un espacio fluido y acogedor acaba pareciendo una mezcla de dos ambientes sin conexión. Un suelo que corta el espacio como una línea divisoria, una campana que desentona y parece un pegote o una iluminación que pasa de cálida a quirúrgica en un abrir y cerrar de ojos. ¿El resultado? Un salón que no parece un salón y una cocina que, más que abierta, parece desangelada.
Pero no tiene por qué ser así. La clave está en pensar cada detalle, desde el pavimento hasta los electrodomésticos, como un todo. Y en eso, Paula Duarte, interiorista del estudio Garrido-Duarte, tiene mucho que decir. Ella es experta en el arte del "camuflaje" de cocinas abiertas y nos cuenta qué hacer y qué evitar a toda costa para que ambos espacios convivan en sintonía. ¿Empezamos?