Natalia Zubizarreta, interiorista: "Si tienes mesitas de noche blancas y sosas, lo ideal es apostar por un cabecero tapizado y estampado"

Cuando las mesitas de noche son blancas, lisas y voladizas, sin patas ni grandes detalles, pueden pasar bastante desapercibidas. Pero lejos de ser un problema, esa neutralidad se puede aprovechar a favor del conjunto. ¿Cómo? Apostando por una pieza protagonista que capture toda la atención visual: el cabecero.

Aquí, el elegido es un modelo tapizado en terciopelo con capitoné, diseñado por Lucía Mariñas, en un azul noche profundo, que aporta elegancia, profundidad y un contraste rotundo frente al blanco impoluto de las mesillas. El resultado es equilibrado y muy sofisticado. El contraste tan marcado hace que las mesitas dejen de pecar de sosas y pasen a ser el fondo perfecto para destacar aún más el cabecero.

Además, este tipo de azul oscuro tiene la virtud de envolver el espacio y generar una atmósfera serena , ideal para el fomentar el descanso, tal y como apunta Natalia. Si sumas algún detalle decorativo, como unos apliques originales en un tono que contraste o un sencillo jarrón con flores, todo el dormitorio cobra coherencia y estilo.

En dormitorios donde el papel pintado acapara todas las miradas, lo mejor es no competir con él. Y eso es justo lo que se ha hecho aquí: las mesillas de noche blancas, de líneas rectas y diseño sencillo, podrían quedarse obsoletas si no fuera por el contexto tan bien resuelto.

Si Natalia recomienda tapizados de rayas estampados para el cabecero, por supuesto que también lo hace en la pared. Y más si es en tonos suaves como el azul, que siempre aporta serenidad. Este papel viste la pared y se convierte en el foco decorativo. ¿La clave para que no resulte recargado? Apostar por un cabecero de color neutro, como este en gris claro, que aporta presencia sin eclipsar el conjunto. 

Y ante una mesilla aburrida, nada mejor que una lámpara con gracia, ya lo dice Natalia: "No olvides aportar también personalidad y calidez con las lámparas de las mesillas. Pueden quedarte ideales unas bases de piedra o cerámica con una pantalla de lino". Fíjate en esta, con base pintada de forma artesanal y pantalla de lino en color topo. ¡Ideal!

Las mesillas blancas voladizas de este dormitorio, pequeñas y en forma de cubo, podrían pasar desapercibidas a simple vista. Pero justo ahí está la clave de su éxito: su ligereza visual deja todo el protagonismo al espectacular cabecero que preside el espacio.

Un diseño de Andrea Diego y Vanesa Vergara, del estudio IN56, que va del suelo al techo y convierte la pared en un imponente lienzo decorativo. La madera se trabaja formando rombos, algo que aporta  más de dinamismo que un acabado liso. Para compensarlo ya están las mesillas, que funcionan como un punto de apoyo que no compite, sino que acompañan y ese contraste entre lo mínimo y lo majestuoso es justo lo que marca la diferencia. El conjunto se completa con dos lámparas colgantes tubulares, muy discretas, que no interfieren con la lectura visual del cabecero.

Hace años, eran muy habituales los conjuntos de muebles coordinados, tal y como vemos en esta imagen. El dormitorio en cuestión tiene un cabecero protagonista, muy rococó, lleno de formas sinuosas, molduras y florituras. Las mesitas de noche, en el mismo tono blanco roto, también rezuman ese estilo clásico. Son piezas con mucha información visual que pueden llegar a abrumar si no se combinan correctamente. ¿Cómo actualizarlo?

La clave está en jugar con capas y los colores potentes en contraste. Sobre una base blanca, se van sumando cojines en tonos cálidos (beige, tierra, camel...) que suavizan el conjunto, hasta llegar a los cojines delanteros, que son los que realmente rompen con el clasicismo. En este dormitorio, el protagonista es un cojín floral en un potente color berenjena que, además, combina con la colcha estampada. Debajo, un edredón coral completa esta explosión de color que revitaliza toda la habitación. Un ejemplo perfecto de cómo la fuerza del textil puede restar peso visual al mobiliario más clásico y aportar una energía completamente nueva.

En este dormitorio, lo que pone el acento es el papel pintado floral, que llena de vida la pared del cabecero y convierte esta zona en el foco de atención.

La mesita, de líneas puras y acabado blanco, se mantiene discreta, dejando que el papel hable por sí solo. Y para equilibrar el conjunto, el cabecero de cannage aporta un punto natural y muy ligero, ideal para no recargar visualmente la habitación. La combinación es perfecta: una base serena, un toque floral delicado y una textura vegetal que pone el broche. Todo muy bien medido para que la mesilla, sin destacar, tampoco reste.

Cuando las mesillas blancas se colocan delante de una pared blanca, pueden pasar desapercibidas. Pero si las sitúas sobre un fondo con textura y presencia, como este panel de madera, ganan muchísima fuerza visual. Aquí el cabecero no solo viste la cama: también funciona como separador de ambientes. Es un diseño de madera cálida que hace de tabique entre el dormitorio y el baño, que queda justo detrás.

Gracias a ese fondo tan natural y vibrante, las mesillas blancas, de líneas muy sencillas, destacan como si estuvieran frente a un lienzo. Una muestra de que a veces no hay que cambiar las mesitas, sino trabajar bien lo que las rodea. ¿El resultado? Un conjunto equilibrado.

Las mesillas blancas, lisas y sin tiradores marcados, pueden parecer algo neutras o desangeladas si no se acompañan de una decoración con intención. ¿El truco? Convertir el cabecero en protagonista y acompañarlo con otros elementos coordinados. En este dormitorio, se ha apostado por un cabecero tapizado con estampado floral, muy alegre y suave a la vez, que da sentido al conjunto. Es el que pone esa “vida” que la interiorista Natalia Zubizarreta recomienda añadir cuando hay mesillas blancas. "Recomiendo algún motivo que no canse, por ejemplo unas rayas, una espiga o unas flores, pero todo de colores suaves, no muy saturado".

La combinación con las cortinas a juego, en el mismo patrón floral, es clave para que todo encaje. Además, al ser tonos suaves, no cansan visualmente y aportan un aire romántico y sereno. ¿El resultado? Una composición fresca y primaveral donde las mesillas blancas no solo no molestan, sino que funcionan como fondo neutro para realzar el resto.

Este dormitorio, diseñado por Begoña Susaeta, de SuBe Interiorismo, demuestra que cuando el cabecero se convierte en una estructura arquitectónica, las mesillas blancas ya no necesitan destacar. Aquí, el laminado del suelo se prolonga verticalmente por la pared y continúa hasta el techo, creando un cabecero espectacular, cálido y moderno al mismo tiempo.

¿Y las mesillas? Son de corte clásico, con patas blancas y sobre de madera, un diseño muy neutro que podría pasar desapercibido o incluso resultar anodino… si no fuera por lo que las rodea. Porque aquí lo importante no es que las mesillas llamen la atención, sino que encajen. Y lo hacen. Las paredes blancas con molduras a cada lado del cabecero crean un marco simétrico y elegante que las acoge con naturalidad. Al quedar flanqueadas por una estructura arquitectónica tan potente, su sobriedad no resta, sino que suma.

¿Mesita blanca voladiza? Sí, pero con truco. En este dormitorio se ha apostado por un diseño muy actual: un cabecero que se extiende de pared a pared e integra también las mesitas, todo en una sola pieza voladiza. La clave para que no resulte soso ni plano está en el juego de texturas. El acabado blanco se combina con una franja superior en efecto madera que recorre todo el frente del cabecero y añade profundidad, contraste y calidez al conjunto. Además, el detalle de la repisa integrada permite colocar flores o algún objeto decorativo sin necesidad de sobrecargar. Una solución práctica, moderna y muy bien pensada.