Un arquitecto, un interiorista y una estilista consiguen que una cocina blanca no se vea fría ni sosa: "No es para nada imposible"

Una cocina blanca es luminosa, amplia y atemporal, pero también puede resultar algo fría si no se le pone calidez. La estilista Sol Van Dorssen lo tiene claro. “Para contrarrestar el frío de una cocina toda blanca, lo mejor es colocar algunos elementos de materiales cálidos”, explica. ¿Cuáles? Las fibras, la madera y también los textiles. “Puedes optar por colocar una o varias lámparas de suspensión en la isla de la cocina o apliques de rafia en las paredes”, sugiere. Y si quieres ir un paso más allá, atrévete con un papel pintado bonito. “Animarse al papel pintado en alguna pared, por ejemplo, la del office”, es una forma fácil y efectiva de sumar personalidad sin romper la armonía blanca.
 

Una de las claves decorativas de Sol para cocinas blancas con estantes abiertos es el uso de cestas. No solo ayudan a mantener el orden, también aportan textura y calidez. “Si tienes baldas en la cocina, ideal colocar cestas de ratán con los botes de cocina, con servilletas, trapos o lo que quieras colocar”, aconseja. Su truco de estilista es optar por el mismo modelo para que visualmente todo se vea más armónico. “Me gusta que sean del mismo modelo, aunque puedes variar en los tamaños y maneras de colocarlos, queda más ordenado si son todos iguales”.

Nada como las plantas para dar ese punto de frescura y naturalidad que toda cocina necesita. Pero Sol va un paso más allá y recomienda cuidar también el recipiente. “Plantas con tiestos o macetas de madera o fibras. Dan un punto de vida en la cocina”, asegura. Pueden ser aromáticas como el romero, la albahaca o el tomillo, o simplemente verdes, pero siempre con la madera como soporte visual: “La madera y las fibras dan mucha calidez”, recuerda.

Si tienes una isla en la cocina, puedes convertirla en un espacio mucho más acogedor con solo dos gestos. El primero, elegir bien los asientos: “No dudes en colocar taburetes de madera o madera/fibras”, propone Sol. El segundo, estilizar la superficie con una pieza decorativa práctica: “Otra idea que me encanta es colocar una gran bandeja o bowls de ratán en la isla con algunos elementos dentro que siempre es práctico tener a mano y ordenados”. Así, además de bonita, la isla gana funcionalidad y estilo.

Las frutas, además de saludables, son un recurso decorativo excelente. Y más aún si las presentas bien. “Llenar los fruteros de madera de frutas da mucha vida y calidez a la cocina”, dice Sol. La clave está en que los materiales acompañen al mensaje de naturalidad: “Siempre detrás de los materiales que nos ayudan a dar calidez (maderas, fibras, tejidos)”.

Puede parecer un detalle menor, pero una alfombra bien colocada puede cambiar por completo la percepción de una cocina blanca. “Una alfombra de fibras delante de la zona de aguas siempre da un punto de calidez a la cocina”, explica la estilista. Aporta textura, suaviza el conjunto y añade ese gesto de hogar que rompe la frialdad del blanco total.

Una cocina blanca no tiene por qué ser uniforme ni aburrida. Según Xavier, todo está en saber jugar con las texturas y los acabados. “Hay muchos tipos de blanco. Podemos jugar con maderas blanquecinas para aportar textura y mucha calidez”. Ese pequeño matiz (el veteado de una madera clara o el brillo de un azulejo) cambia por completo el efecto del espacio. También anima a combinar brillos y mates. “Paredes con azulejos cerámicos, pintadas o con papel pintado” pueden dar vida a una pared blanca sin cambiar de color. Incluso hay veces en las que el propio edificio ofrece recursos inesperados. “Si tenemos suerte, puede que la vivienda tenga muros de ladrillo oculto que podamos dejar a la vista, o paredes de hormigón visto”, apunta. En resumen: el blanco es solo el punto de partida, no el final.

Otro recurso muy eficaz para dar calidez a una cocina blanca es introducir accesorios de materiales naturales. Aquí no hace falta complicarse: los objetos del día a día pueden convertirse en aliados decorativos si se eligen bien. “Añadir complementos o accesorios de cocina de materiales naturales que destaquen y aporten calidez como pueden ser tablas de cortar de madera, cestas de mimbre y elementos vegetales como plantas de hierbas aromáticas que podemos utilizar a diario”, sugiere Xavier Martinell. No solo aportan color y textura, también dan la sensación de una cocina vivida y personal, que invita a quedarse. Son pequeños gestos con gran efecto.

Para Alberto Torres, interiorista al frente del estudio que lleva su nombre, las cocinas blancas tienen un encanto muy especial: “Transmiten orden, limpieza y hacen que cualquier espacio se vea más amplio y luminoso”. Sin embargo, reconoce que ese mismo blanco absoluto puede volverse en contra si no se equilibra bien. “Corremos el riesgo de que se vean un poco frías o impersonales”. ¿La solución? Apostar por materiales naturales, y muy especialmente por la madera, en cualquiera de sus versiones. “Puede ser en el suelo, en los frentes de los muebles, estantes abiertos o en la encimera”, enumera. Da igual si es una madera clara o más rústica. “La clave es que rompa con el blanco total y aporte una sensación mucho más cálida”. Y aquí va un truco de profesional. “El truco está en combinar superficies lisas con otras más ‘con historia’”, es decir, texturas que aporten carácter, vivencias, relieve.

Una de las ideas que más repite Alberto a sus clientes es que no todos los blancos son iguales. Y jugar con diferentes tonos dentro de la misma gama puede cambiar por completo la percepción de una cocina. “Podemos tener un blanco más puro en los muebles, pero acompañarlo con tonos más suaves en las paredes, cortinas o encimeras: cremas, grises cálidos, beiges…”, sugiere. Esta mezcla añade profundidad al espacio y evita ese temido efecto plano y sin alma. Además, es un truco muy útil en cocinas con poca luz natural. “Ayuda mucho cuando la luz natural no favorece tanto, porque un blanco muy frío puede verse algo triste”. La clave está en trabajar con capas sutiles de color neutro que en conjunto sumen calidez.

El interiorista Alberto Torres coincide con Xavier Martinell en que la iluminación es tan importante como los muebles o los materiales. De hecho, cree que puede transformar por completo el ambiente de una cocina: “La luz puede cambiarlo todo”. Por eso insiste en no quedarse solo con la lámpara del techo: “No basta con una lámpara en el techo, sino que hay que pensar en cómo queremos sentirnos en la cocina”. ¿Su consejo profesional? Crear una iluminación por capas, que combine funcionalidad y atmósfera. “Yo recomiendo mezclar luces cálidas, con tiras LED bajo los gabinetes, lámparas colgantes sobre la isla o luces indirectas en rincones clave”. Así, según la hora del día o lo que estemos haciendo, la cocina puede adaptarse con la luz adecuada.

La última clave de Alberto es la más personal y, para él, la más definitiva: llenar la cocina de detalles que hablen de quien vive allí. “Una cocina blanca es como un lienzo en blanco”, afirma. Y eso es precisamente lo que la hace tan versátil: todo lo que pongamos encima destaca. Por eso recomienda elegir piezas a conciencia, no solo por llenar. “Una vajilla bonita a la vista, taburetes con tela de lino, cuadros pequeños, libros de cocina…”. Son objetos que, sin recargar, suman identidad: “No se trata de recargar, sino de elegir cosas con intención, que cuenten algo de quién vive ahí”. Esa es, para él, la clave para que cualquier cocina blanca gane alma, estilo y autenticidad.