Una casa urbana en Barcelona: en gris piedra y toques de amarillo, con jardín, piscina y un encanto especial

¿Qué peticiones hizo la dueña a Marta Prats, encargada de la reforma? "Anna tenía claro que quería lo imprescindible en una planta, espacios abiertos con mucha luz y comodidad. Dicho y hecho. La planta baja es abierta y un ascensor lleva a las habitaciones del segundo piso", nos explica Marta.

Entramos y, a la izquierda, en lo que ha quedado como una planta abierta, se encuentra la cocina, de un color piedra muy discreto, llena de cajones y armarios sin tiradores y con una barra que sirve de transición. “Los taburetes dan juego e invitan a la charla mientras cocinamos”, nos cuenta la propietaria.

Eligieron el gris piedra para pintar las paredes y conseguir un estilo "más acogedor". También apostaron por ello por una chimenea a gas para el salón. Y todo el suelo es cerámico, imitando la madera, “muy fácil de limpiar”.

Subimos y el dormitorio también tiene espacios abiertos, con un cabecero de DM pintado aloja las mesitas de noche empotradas. El detalle: el papel pintado en espiga en la pared del cabecero.

El dormitorio en suite también es un espacio abierto, pero un tabique a media altura separa el baño de la zona de descanso.

Hasta esta "joya escondida" solo se llega recorriendo el jardín, que tiene hasta una pequeña piscina, que se cubre en invierno. La escalera, por cierto, sube hasta un huerto urbano con plantas aromáticas donde Anna disfruta muchísimo.

El encantador y completo porche ya está equipado para el verano, con una zona de estar y un comedor exterior que, ¿te has fijado?, comparten los colores gris y amarillo con la decoración del interior.

Finalmente, llegamos al estudio, todo un "tesoro" en cuanto a espacio en medio de la ciudad, ideado para ver desde fútbol con amigos hasta para encerrarse a estudiar, con la gran librería que acompaña.

En invierno, la chimenea da calorcito y se disfruta toda la calidez de estar aquí "escondidos". 

¡Qué lujo! Si pensamos en la madurez perfecta, aquí tenemos un buen ejemplo para inspirarnos.

Anna es enfermera y su marido, médico. Aunque ya están jubilados, ella es voluntaria y él sigue investigando. Al elegir el barrio tranquilo y con aires de pueblo de Horta, en pleno Barcelona, primó la cercanía con su hija. “Y con nuestros nietos, que suelen venir a comer”, dice Anna orgullosa.

"Compramos la casa hace dos años pensando en rehabilitarla. Estaba muy abandonada, imagínate que en el patio trasero había ¡hasta gallinas!", nos cuenta. Para reformar esta casita de dos plantas, contaron con la ayuda de la interiorista Marta Prats: “Es un edificio protegido que forma parte del núcleo histórico de este barrio barcelonés, que antes era un pueblo y se acabó anexionando a la ciudad. No pudimos tocar nada de la fachada”, comenta.