Detrás de las cortinas de terciopelo, los muebles centenarios y las lámparas de araña, hay un código silencioso que rige cada rincón de la Casa Blanca. Y no es solo una cuestión de gusto. Decorar la residencia oficial del presidente de Estados Unidos es todo un mundo de restricciones históricas, revisión política y protocolos inflexibles. Así lo ha desvelado recientemente la interiorista Tham Kannalikham, que durante años ha trabajado en las sombras como la interiorista oficial de Melania Trump.
Kannalikham, de origen laosiano-estadounidense y con experiencia en firmas como Ralph Lauren Home, fue elegida por la Primera Dama en 2017 para liderar la transformación estética de las estancias privadas del Ala Este. Lo que parecía un trabajo de ensueño, pronto se convirtió en un desafío de precisión quirúrgica. Según ha desvelado el canal de Youtube 'The Forgotten', la decoradora confesó como, "cada muestra de tela, cada maqueta de los muebles y cada opción de color debía ser revisada varias veces antes de recibir la aprobación de Melania".
Decorar la Casa Blanca, pero, ¿a qué precio?
La responsabilidad de decorar la Casa Blanca no es cuestión de inspiración, sino de historia. Existen 132 estancias, y cada una tiene una narrativa y un conjunto de guardianes que la protegen. Cambiar unas cortinas en una sala pública requiere aprobación del Comité de la Asociación Histórica de la Casa Blanca. Y aunque los espacios privados ofrecen más margen, incluso allí la carga simbólica pesa.
Como explicó una fuente cercana al proyecto de redecoración y tal y como recoge el vídeo en cuestión: "La señora Trump esperaba nada menos que la perfección". Melania no solo revisaba todos los detalles con minuciosidad; también se documentaba exhaustivamente. Pasaba horas estudiando materiales de archivo y fotografías históricas. Su objetivo era que cada estancia "se sintiera auténticamente estadounidense", una premisa que se tradujo en tejidos inspirados en el siglo XIX, molduras restauradas y tonalidades cuidadosamente escogidas.
Silencio, diseño y poder
Kannalikham aceptó el encargo con una discreción inusual para el mundo del diseño. Nunca dio entrevistas, no apareció en revistas y ni siquiera publicó imágenes en redes sociales. Su trabajo se mantuvo oculto hasta 2022, cuando la edición número 26 de la guía oficial 'The White House: A Historic Guide' publicó por primera vez fotografías de los interiores diseñados por ella. Sin embargo, esa publicación supuso un punto de ruptura: el equipo de Melania acusó a la Asociación de tergiversar la estética real y de no haberles consultado.

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En palabras de una fuente cercana a la ex Primera Dama, la publicación "no representa con precisión la amplitud y el detalle del trabajo de diseño" y calificó el episodio de "extremadamente decepcionante". Aunque no hubo una respuesta directa de Melania, esta crítica pública fue interpretada como una forma de romper el silencio que había caracterizado su etapa como residente de la Casa Blanca.
¿Quién decide cómo se decora la Casa Blanca?

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Pese a lo que muchos podrían imaginar, decorar la Casa Blanca no es simplemente cuestión de gustos presidenciales o de caprichos de Primera Dama. Existe una serie de normas, organismos y tradiciones que hacen de cada elección estética un proceso complejo y regulado.
La mayor parte de las decisiones decorativas, especialmente en las estancias públicas - como el Salón Verde, el Comedor de Estado o la Sala Azul - deben ser aprobadas por la Asociación Histórica de la Casa Blanca, una entidad privada sin ánimo de lucro fundada en 1961 con el fin de preservar el patrimonio histórico de la residencia presidencial. Este organismo, junto con el Comité para la Conservación de la Casa Blanca, vela por mantener el valor histórico y cultural de cada espacio, supervisando todo desde el color de las paredes hasta la elección de una lámpara.
Más libertad en dormitorios y salas de estar
Las primeras damas, sin embargo, suelen tener libertad (aunque no absoluta) en los espacios privados del Ala Este, como los dormitorios o salas de estar de la familia presidencial. Es ahí donde suelen dejar su huella más personal, a menudo de la mano de diseñadores de interiores seleccionados por ellas mismas.
El trabajo se desarrolla bajo estricta confidencialidad y con la máxima sensibilidad histórica. En el caso de Melania Trump, ella eligió a Tham Kannalikham, una interiorista de perfil discreto, profundamente comprometida con la elegancia silenciosa y el respeto por la tradición estadounidense. Juntas transformaron las estancias privadas sin buscar reconocimiento público, renunciando a la prensa, a las portadas y a los focos.
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