Dafne Vijande, estilista: "Pon una foto antigua de tus abuelo o un dibujo de tus hijos. Lo imperfecto emociona"

"Se acabó recargar los espacios. La nueva forma de hacer que una casa resulte cálida es más ligera, deja que todo respire", nos cuenta Dafne.

Esta tendencia apuesta por ambientes que transmiten calma sin estar llenos de cosas, donde la calidez no viene de acumular mantas o cojines, sino de elegir bien los materiales, los colores y la luz.  "Cambia las fundas del sofá por unas de lino lavado en tonos tostados, añade una alfombra discreta y verás cómo todo cambia sin mover ni un solo mueble", dice la estilista.

La madera sigue siendo la reina, pero sin barnices. "Nos encanta la madera como es, con sus vetas, sus nudos y sus imperfecciones. Porque eso es precisamente lo que da calidez", dice Dafne.

Solo tienes que buscar muebles de madera reciclada o sin tratar, o incluso lijar ese viejo taburete que heredaste de casa de tus abuelos.

Si hay algo que transforma una habitación en un instante, son los textiles. Este año triunfan las fibras naturales como el algodón, el lino lavado o la lana.

"Las arrugas del lino, por ejemplo, son preciosas y dan carácter", nos cuenta Dafne, que apuesta siempre por tejidos con textura y ese aire relajado. ¿Trucos que funcionan? Cambia las cortinas por visillos de lino crudo que dejen pasar la luz suave y renueva los cojines del sofá con fundas de lino en tonos claros o pastel. 

Las casas acogedoras de ahora tienen alma. Y eso se consigue con objetos que cuenten historias. "Pon una foto antigua de tus abuelos, un jarrón que heredaste o un dibujo de tus hijos. Lo imperfecto emociona", dice Dafne. 

Tonos como el beige, tierra, verde salvia, arcilla o terracota suave se cuelan en salones, dormitorios y cocinas para crear atmósferas relajadas, envolventes y muy agradables. “Estos colores no cansan, no agobian y combinan con todo”, explica Dafne, que los elige siempre como base para construir espacios serenos.

La clave está en cómo se aplican: no hace falta llenar toda la casa de color. Prueba a introducir estos colores en objetos pequeños: una lámpara, un jarrón de barro, unos cojines…

"Nada de focos fríos ni techos iluminados como quirófanos. Lo que se lleva es una luz cálida, distribuida por capas y con puntos de luz indirecta. Y si puedes, cambia las bombillas a una temperatura de 2700K", aconseja Dafne.

La vegetación sigue muy presente, pero con un enfoque más consciente. "Mejor tres plantas bien cuidadas que veinte a punto de rendirse", bromea Dafne.

Apuesta por potos, ficus o helechos, y colócalos en cestos de fibra natural o macetas de barro. También puedes añadir ramas secas en jarrones altos, que no necesitan cuidados y quedan preciosas.

Cada vez se apuesta más por espacios multifuncionales: una zona de trabajo en el salón, un rincón de lectura en el dormitorio o incluso un comedor que hace de oficina improvisada. La clave está en organizar bien el espacio para que cada uso tenga su lugar, sin romper la estética del conjunto.

"Los muebles bajos, las alfombras o la iluminación pueden ayudarte a diferenciar zonas sin que el conjunto pierda armonía", explica Dafne.

Por ejemplo, una idea estupenda para delimitar la zona de estudio del resto del salón (o del dormitorio) es colocar una alfombra bajo el escritorio y acompáñala de una lámpara distinta, más focal, que contraste con la iluminación general. Ese pequeño gesto te ayudará a concentrarte durante el día y a desconectar cuando termines.

“Un mueble heredado, una lámpara de mercadillo, una mesita vintage o un espejo antiguo aportan muchísima personalidad a cualquier ambiente. Aunque no tengan una historia real, parecen tenerla, y eso ya transmite calidez”, nos cuenta Dafne. Busca en tiendas de segunda mano alguna pieza con encanto. No hace falta restaurarla del todo: a veces, las marcas del tiempo son su mejor detalle.