A veces, los mejores tesoros se esconden tras una primera impresión poco prometedora. Eso es exactamente lo que les ocurrió a esta pareja de jóvenes cuando, en 2018, decidieron comprar una casa de pueblo típica mallorquina que llevaba dos décadas esperando una segunda oportunidad. Aunque el estado de la vivienda podría haber desanimado a cualquiera, ellos vieron algo más: el alma de una construcción centenaria con un potencial extraordinario.

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Una casa con mucha historia

La casa que adquirieron no era una vivienda cualquiera. Construida en 1900, esta joya arquitectónica de 120 años representa uno de esos ejemplos cada vez más escasos de la auténtica arquitectura tradicional mallorquina, esa que poco a poco va cediendo terreno a las construcciones modernas.

Sus características hablan por sí solas del saber hacer de antaño: muros de carga de piedra natural de más de 60 centímetros de grosor, tabiquería interior de marés (esa arenisca tan característica de Baleares), una colección impresionante de arcos de belleza excepcional, robustas vigas vistas de madera de pino y, como toque final, las inconfundibles persianas mallorquinas que tanto carácter dan a las fachadas de la isla.

El desafío: 20 años de abandono

Tras cruzar una preciosa puerta con vidrieras de colores que aún se mantenía en pie, la realidad les golpeó de frente. La planta baja, aunque técnicamente habitable, carecía de las comodidades más básicas: ni baño decente, ni cocina funcional. La instalación eléctrica, anticuada y peligrosa, era el reflejo más evidente de los 20 años de abandono que había sufrido la propiedad.

Pero si la planta baja presentaba retos, la superior era todo un desafío arquitectónico. Nunca había sido destinada a vivienda, y se notaba. Las vigas centenarias, aunque resistentes, necesitaban el apoyo de puntales para mantener su función estructural. Sobre ellas descansaba un entramado artesanal de cañizo, una capa de tierra y las tejas árabes que, donde no estaban dañadas, seguían cumpliendo su función de repeler el agua de lluvia.

También había un nivel intermedio entre las dos plantas. Ahí se escondía un cuarto pequeño que tenía su propia escalera. En el nivel subterráneo, la casa reservaba sus últimas sorpresas: una gran cisterna interior y un sótano secreto cuya entrada había sido tapada con unas baldosas rosas que contrastan brutalmente con la estética tradicional del resto de la construcción.

El jardín que rodeaba la casa completaba el cuadro de abandono: lo que una vez fue un espacio cuidado se había convertido en una auténtica selva donde, entre la maleza, aún se podían distinguir tesoros como un enorme naranjo, un mandarino y un níspero que habían resistido el paso del tiempo.

Pero si pensabas que el jardín no aguardaba más tesoros, espera y verás, porque también había una caseta que la pareja no dudó en reformar.

La filosofía de lo imperfecto

Lo que realmente nos fascina es su manera de enfocar el proyecto de reforma. Mientras la mayoría busca la perfección geométrica –paredes lisas, ángulos rectos y terrenos completamente nivelados–, ellos han abrazado la belleza de lo imperfecto. ''Cuando yo digo que quiero las cosas torcidas, con muchas curvas y acabados imperfectos y que no tengo ninguna intención de nivelar el terreno, me miran como si estuviera loca'', reconoce ella.

Su casa no tiene ni un solo ángulo recto ni una pared completamente lisa. En su lugar, está llena de texturas, niveles y desniveles. ''Y justamente estas cosas son las que la hacen única y maravillosa'', explica. Su filosofía se resume en querer todo ''menos cuadrado y más Gaudí'': menos formas artificiales y más formas orgánicas y naturales, como las que encontramos en la naturaleza.

Sin embargo, como suele ocurrir con este tipo de proyectos de reforma que se hacen virales, también cuentan con una horda de haters. ¿Y qué han hecho con sus comentarios? Dedicarles un vídeo cargado de ironía.

Manos a la obra, literalmente

Esta apuesta por preservar el carácter auténtico de la construcción implica que todos los acabados los realizan ellos mismos. ''¡De todos los acabados en mi casa me encargo yo!", confiesa ella. "Ni en mis peores sueños podría imaginarme a un albañil haciendo las paredes de mi casa como toca''. 

Un ejemplo perfecto de esta filosofía es el baño de la planta baja que construyeron en la antigua cochera y que está destinado a sus futuros invitados: mortero de cal en las paredes, vigas de madera vista en el techo, baldosas hidráulicas en el suelo y enchufes e interruptores de porcelana que aportan ese toque vintage. Los muebles han sido hechos por ellos mismos o restaurados de segunda mano, y no falta un cuadro en la pared porque, como explican, ''siempre es interesante tener un poco de arte en el baño''. Pero la verdadera protagonista del espacio es una elegante bañera exenta.

Y hablando de los muebles, muchos de ellos son de obra, adaptándose perfectamente a las curvas y desniveles de la casa en lugar de luchar contra ellos. De hecho, en una de las habitaciones, tanto la cama como el escritorio y hasta el banco descalzador son de obra. Sus detractores dicen que ''parece la casa de los Picapiedra'', ¿y tú, piensas lo mismo o te gusta el resultado?

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