Por suerte o por desgracia, este piso pertenece a una finca de los años 60. Lo que para otros podría haber sido un lastre, fue una bendición para Cristina Mas Mir, la arquitecta e interiorista contratada por una pareja con dos niños pequeños para reformarlo. La propia finca contribuye a la sensación de casa señorial y tranquila que ella quiso dar a la renovada vivienda, en la que una enorme zona de día (dos salones, comedor y cocina) ocupa el espacio antes reservado a cinco estancias minúsculas, oscuras y mal aprovechadas.

¡Qué cambio!
Antes y después: de pisito de 70m2 cerrado y oscuro a piso moderno y luminoso (con plano)
Se trataba de dar practicidad (y de eso da buena cuenta la isla a medida en la cocina) y belleza, “elegancia sin estridencias, espacios muy diáfanos y la sensación de mucha categoría, aunque sin materiales carísimos como mármol o terciopelo”, explica la decoradora. En los salones y dormitorios las boiseries, las cortinas de lino 100%, el suelo de madera de roble y el color indefinido de muebles como los de la cocina dan prestancia al conjunto sin demasiada inversión económica.

No hay color
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Mediante el color de los muebles, las alfombras estratégicas y poco más (no hay puertas... ¿y qué?) ha conseguido diferenciar sin dividir los dos salones: uno de ocio infantil, otro más de estar. Para que los propietarios pudieran ser libres a la hora de colocar sus piezas de arte, en las zonas de día el arrimadero de madera integrado en la pared se dejó solo a media altura. Sin embargo, en los dormitorios si se elevó la boiserie a lo largo de toda la pared. En definitiva, un piso del siglo XXI de aires casi palaciegos cuya estética tardará mucho en pasar de moda.