"En invierno siempre nieva y las Navidades aquí son blancas”, cuentan los propietarios de esta masía del siglo XVIII, transformada en su vivienda habitual después de una profunda reforma. El feliz encuentro con esta casa tuvo lugar hace unos tres años. “Había estado habitada hasta hace cinco años –recuerdan–, aunque su estado era lamentable. No tenía ni electricidad ni agua corriente y al ser una antigua casa de campo, con las cuadras en la planta baja, los cimientos estaban muy afectados. Era una absoluta ruina”. Pero con ayuda de los arquitectos Ferran Vila Barceló y Ferran Vila Franch, la casa recuperó su antiguo esplendor y se modernizó hasta hacerse confortable y acogedora.
“Teníamos claro –comenta su propietaria– que queríamos conservar al máximo su aspecto original. Aprovechamos todo lo que pudimos apuntalando y reforzando la estructura antigua y recuperando y reciclando los materiales deteriorados”. Incluso las vigas más pequeñas, inservibles para sostener la cubierta, se utilizaron en el techo de las habitaciones, para embellecer las ventanas, en el espejo del baño o para realizar parte del mobiliario... ¡Todo un desafío! Muchos de los muebles los hicimos a medida con nuestros propios diseños, utilizando, por ejemplo, antiguas piezas de madera de viejas puertas, que ya no podían cumplir su función original”.

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Las reformas y los cambios no se quedaron ahí. Las tres plantas con las que contaba la casa se convirtieron en dos. En la planta baja se situaron los dormitorios y en la superior –con acceso directo desde el exterior– se abrió un espacio diáfano que recuerda a los clásicos loft, con la cocina, el comedor y una gran sala. “La cocina es una de las joyas de la casa –comentan–. Nos gusta tanto cocinar como invitar a nuestros amigos. Era imprescindible contar con un espacio en el que convivir mucha gente y que resultara atractivo, cálido y eficaz”. Diseñada por la firma Tenuee, la estructura de los muebles es de roble macizo y los frontales de puertas y cajones se realizaron con antigua madera de embarcaciones de la zona de Japara, en Indonesia. “Nos costó mucho encontrar lo que buscábamos. Somos jóvenes y queríamos elegir algo informal con lo que identificarnos y que contrastara sin llamar mucho la atención con el resto de la casa”.
El resto de la decoración es sobria y se respira un aire rústico con ciertas pinceladas nórdicas y estética loft. “Techos con vigas a la vista, paredes de piedra, madera antigua, tejidos naturales, tonos crema, decapados... Nos atraen mucho los muebles, los materiales y las piezas únicas en los que se evidencie el paso del tiempo”. Como la cómoda y la vigas del dormitorio, con esa imagen de madera maciza, dulcificada por ramas de abeto, y guirnaldas de piñas o la mesa del comedor desgastada y bruñida. En este gran ambiente no podía haber una cocina de acero inoxidable o lacada en blanco.

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Pero no todo tiene una pátina antigua. Para unificar el pavimento se eligió un moderno parquet de vinilo de última generación. “Es un parquet único, un material del que existe una versión splash, resistente al agua, y que hemos instalado también en la cocina... Es el espacio que más nos llena de orgullo de la casa y en el que transcurren la mayoría de las largas tardes de invierno”. Definitivamente, nos gustaría pasar la Navidad en esta casa.