Un pabellón de caza de una familia aristócrata andaluza se transforma en una casa que te dejará sin palabras

“Lo más peculiar de la casa es su base circular, todo está co­municado. Tiene torreones, te­chos altísimos y un patio interior al que se accede por unas puer­tas francesas dobles. ¡Nunca ha­bía visto nada igual!”, reconoce Dafne.

La casa no solo impresiona por su arquitectura y su entorno, sino también por los detalles que la componen, llenos de alma e historias que se cruzan. Julia nos revela uno de los más sorprendentes: “Los suelos de barro fueron traídos de un convento sevillano”, nos cuenta. Cada baldosa, con su pátina irregular y su color rojizo desgastado, guarda la huella del tiempo. Y al pisarlas, parece que uno camina no solo por una casa, sino por un pedazo de historia.

El salón es uno de los espacios más luminosos y serenos de la casa, y buena parte de esa sensación tiene que ver con la paleta de colores escogida. Las vigas del techo, pintadas en un elegante tono gris azulado, aportan frescura y carácter sin restar calidez. Ese mismo color, delicado y envolvente, se repite en las ventanas con cuarterones, creando un juego armónico que lo unifica todo. Las cortinas de lino natural, ligeras y translúcidas, tamizan la luz con suavidad, mientras que los estores de rafia aportan textura y un punto rústico muy mediterráneo.

Pero si hay un elemento que capta todas las miradas al entrar, ese es el gran cuadro en tonos azules que preside la pared del sofá. Una pieza contemporánea, vibrante, que introduce un golpe de color sofisticado y conecta visualmente con el tono de las vigas. “Es un cuadro que decora y equilibra toda la estancia”, nos cuenta Dafne. Su presencia, casi escultórica, convive con muebles de líneas suaves, tapizados en crudos y beiges, y con una mesa de centro asiática que pone la nota exótica.

En esta casa, cada estancia tiene su propio lenguaje, pero todas hablan entre sí. Y el comedor no es una excepción. Aquí, las piezas con historia y los techos con presencia vuelven a cobrar protagonismo, creando un ambiente lleno de encanto. La distribución, cuidadosamente pensada, gira en torno a la simetría, que aporta equilibrio visual y refuerza la sensación de orden y serenidad.

“El techo está pintado con geometrías que lo convierten en una verdadera obra de arte”, nos cuenta Dafne, que ha cuidado hasta el último detalle. Las paredes, en un gris suave, se han trabajado con una veladura blanca que matiza el color y le da un acabado empolvado, casi etéreo, como si la luz se filtrara también a través del color.

La mesa del comedor, robusta y generosa, se viste para la ocasión con candelabros de aire romántico, vajillas antiguas pintadas a mano y unos caminos de mesa muy especiales: “Los hicimos con viejos sacos de harina”, nos explica Dafne. El resultado es una mezcla deliciosa entre lo rústico y lo refinado, lo espontáneo y lo cuidado, que invita a alargar las sobremesas y celebrar la belleza de lo sencillo.

Tras el comedor, la casa se abre a una cocina sorprendente por su tamaño, su funcionalidad y su atemporalidad. Es una estancia con décadas de historia, sí, pero perfectamente vigente hoy en día. Amplia, luminosa y muy vivida, combina lo práctico con lo decorativo en una mezcla muy equilibrada. “Alterna muebles bajos de madera maciza con otros lacados en blanco y encimeras de granito”, nos cuenta Dafne. La combinación de materiales es clásica, pero sigue funcionando con una fuerza y una elegancia que no pasan de moda.

En el centro, una gran isla organiza el espacio y lo convierte en el corazón de la cocina. Es ese lugar donde se cocina, se desayuna, se hojea el periódico o se preparan aperitivos para los amigos. El office, con su mesa de diario y sus sillas de madera decapada, añade un rincón informal y acogedor, perfecto para comidas rápidas o charlas improvisadas.

Pero si hay un detalle que llama la atención, son los herrajes de los cajones. “¡Son de hierro y larguísimos!”, exclama Dafne. Esos tiradores alargados, algo inusuales, aportan un toque industrial y auténtico que contrasta con la sobriedad de las encimeras. Son pequeños gestos decorativos que cuentan mucho sin necesidad de alzar la voz.

La cocina, como el resto de la casa, transmite esa mezcla deliciosa de raíces, estilo y vida cotidiana bien pensada. Un lugar que invita a quedarse, a cocinar y, sobre todo, a disfrutar.

En la planta superior, casi como escondido entre las vigas y el silencio, aparece un dormitorio que parece sacado de un cuento. Es un espacio lleno de encanto, de esos que invitan a bajar el ritmo y disfrutar de los pequeños placeres, como leer junto a la ventana o despertarse con la luz entrando a través de los visillos.

Uno de los elementos más especiales es, precisamente, ese coqueto ventanal bajo el que reposa un escritorio de forja.. “Si el techo a dos aguas ya lo hace especial, el zócalo alto en gris verdoso lo remata”, nos explica Dafne. Ese zócalo, pintado con mimo, oculta con ingenio la estructura de madera tras la que se esconde el radiador, logrando que lo funcional se integre con delicadeza en la decoración.

La atmósfera se completa con muebles de líneas clásicas, como una cómoda con tiradores antiguos, mesitas de noche con patas torneadas, y textiles gustosos. El lino es el gran protagonista, tanto en la ropa de cama como en las cortinas, y se presenta en un tono rosa deslavado que suaviza y dulcifica todo el ambiente.

Es un dormitorio que no busca impresionar, sino envolver. Con su mezcla de materiales naturales, colores suaves y detalles bien elegidos, consigue ser un refugio íntimo y sereno.

Cada rincón de esta casa tiene su encanto, pero si hay una estancia que despierta verdadera admiración, esa es el baño en suite. Dafne Vijande lo confiesa sin rodeos: “Tengo debilidad por este baño. Es un sueño”. Y no es para menos. En él se combinan el clasicismo de los materiales nobles con un guiño artístico muy personal.

Las paredes, pintadas a rayas en el mismo tono que los zócalos, aportan ritmo visual y una sensación de altura que realza el espacio. Son líneas suaves, elegantes, que se funden con la luz y crean una atmósfera envolvente. El suelo, de mármol, refuerza la idea de lujo sereno que domina toda la habitación.

La gran protagonista es, sin duda, la bañera señorial. Tallada en mármol y enmarcada con molduras de madera, se convierte en una pieza escultórica, como sacada de otra época.

Pero lo que realmente sorprende es un toque inesperado: “Me gusta mucho colgar láminas artísticas en los baños”, nos cuenta Dafne. Y aquí lo ha hecho con maestría, enmarcándolas con un paspartú verde azulado. Porque en esta casa, incluso el baño es un lugar donde disfrutar del arte, la belleza y la calma.

Cuando parece que ya lo hemos visto todo, esta casa vuelve a sorprendernos. Y es que, aunque parezca difícil de superar, aún hay otro dormitorio igual de espectacular. Su belleza y las soluciones arquitectónicas tan ingeniosas que tiene lo hacen único.

“Lo más impresionante es la propia estructura de techos abovedados y los dos ojos de buey que iluminan la habitación”, nos cuenta Dafne. Y tiene razón: la arquitectura lo es todo aquí. El techo curvado envuelve el dormitorio como si fuera una gran cúpula silenciosa que arropa, que protege.  transmite serenidad.

La luz entra tamizada a través de dos ojos de buey situados en puntos estratégicos, en paralelo, creando un juego de sombras suaves y atmósfera mágica. El mobiliario es discreto, para dejar que sea la arquitectura quien hable. 

Este dormitorio esconde aún una joya más: un vestidor que demuestra hasta qué punto el interiorismo puede ser funcional… y mágico. Para salvar la inclinación de uno de los frentes, se optó por una solución brillante: diseñar un armario a medida, acristalado y entelado, que se adapta a la geometría sin renunciar al estilo. “No solo aprovecha al máximo el espacio, sino que le da carácter”, nos explica Dafne. Las puertas, con cristal y tela, aportan ligereza visual.

Pero lo más sorprendente está en el interior. Porque, más allá de la gran capacidad de almacenaje que ofrece, este vestidor esconde un secreto: un baño completamente integrado que queda oculto tras las puertas. Detalles así hacen que esta casa no sea solo especial, sino única, porque siempre hay algo más por descubrir.