Sin miedo a los estampados: un chalet de campo súper elegante en Madrid lleno de papeles pintados y toques muy especiales

"Hicimos desde cambios sencillos hasta otros más profundos. Por ejemplo, en el porche el sofá blanco potencia los rayos del sol y permite colores atrevidos, como el mostaza en los cojines. Luego con unas cortinas blancas ganamos intimidad y frescura", explican al equipo de El Mueble. "Y la mesa añade un punto relajante, con su forma de cama balinesa, es trenzada y respira la tendencia de lo 'hecho a mano', añaden. Igual que la sillas de mimbre, "que dan un aire acogedor, de casa de toda la vida", interviene Lola, la propietaria.

Entramos y hablamos de los cambios profundos. Por ejemplo, todo el suelo es nuevo: era de cerámica y apostaron por uno de madera, de un tono claro que les da calidez y unidad en las tres plantas del chalet. También lacaron las puertas y pintaron las paredes, todo en un tono blanco muy luminoso. Sobre esta base, llegó el turno de la decoración.

"Adoro el color verde agua, por lo que les pedí que lo incluyeran en algunos detalles como la la´mpara de la mesita del salón”, nos dice la propietaria. La mesa de centro, en cambio, es de madera decapada en azul y completa el look de la estancia junto a las butacas Luis XV retapizadas con un estampado geométrico actual, toda una declaracio´n de intenciones que nos dice "mezclar es ganar".

Lo mismo nos ocurre en el comedor, donde nos encontramos con unas elegantes cortinas de terciopelo, combinadas con una lámpara de vidrio soplado artesanalmente, con sillas clásicas retapizadas y una súper mesa de madera. "Y fijaos también en el mueble vajillero, lo restauramos pintándolo en gris piedra", añaden las responsables de la reforma.

Isabel nos desvela que "en el pasado, unos arcos separaban este comedor del salón y los eliminamos para crear una sala única. Antes parecía La Alhambra", se ríe Isabel. Su truco para dividir esta zona del salón ha sido mucho más sencillo: usaron papel pintado. Y también han recurrido a él para separar el office de la cocina.

"En el caso de la cocina, teníamos muebles buenos, pero un tanto anticuados. Por eso mantuvimos la encimera y pintamos los muebles con una pátina blanca", nos explican la interioristas. "También alicatamos la zona de cocción con baldosa hidráulica para proteger la pared del fuego y darle un toque decorativo".

¿Y en el office? "Como toda esta zona es un espacio abierto, nos pareció importante que hubiera guiños entre las diferentes zonas. Por ejemplo, todos los papeles pintados tienen diseño diferente, pero un tono gris que unifica. Y este está presente en las cortinas del comedor, en el estampado de las butacas o en las sillas de bistró francés bicolor del office.

¿Más guiños? "Pusimos una alacena en el comedor y otra en el office", continúan. ¿El resultado? Una cocina coqueta a la que no le falta detalle. Y como a esta casa también podríamos llamarla "la casa de los papeles pintados", subimos y en la planta alta nos reciben más estampados.

"Pero en el cuarto de la niña es vinílico, ideal para dormitorios infantiles, ya que se lava de maravilla", nos explica Núria. ¿Un capricho para la hija de la familia? A ella le pusimos una cama de 135 cm, un bonito cabecero en capitoné y una práctica mesa de estudio con cajones. ¡Lo tiene todo! Hasta una mesita blanca con un flexo, a juego con el papel.

Eso sí, la habitación respira un mismo estilo gracias a los tonos rosas y, cómo no, al femenino verde agua. Nos fijamos en que en toda la casa las ventanas tienen cuarterones. "Ya estaban y las conservamos porque dan calidez, marcan la diferencia", opinan la decoradoras.

¿Y el dormitorio principal? De nuevo, el toque final lo pone el papel pintado. "Lo elegí por los cuarterones. Es discreto, pero da profundidad", apunta Isabel. Y aunque parezca muy protagonista, en lugar de camuflar el cabecero, lo refuerza. No olvidemos que un cabecero con tachuelas es un acierto".

Por último, y no menos importante, vemos dos complementos clásicos y eternos: el banquito y el galán de noche. "Nos trasladan a épocas donde vestirse era todo un ritual", se despiden Lola, Isabel y Nuria. ¡Qué buen equipo decorativo han hecho!