Diseñar bien la cocina, base de la casa saludable

Actualizado a 16 de septiembre de 2011, 09:33

La cocina es, además de un agradable lugar de encuentro para toda la familia, un lugar de trabajo. La tarea de preparar, cocinar y conservar los alimentos que nos llenan de vitalidad y salud es fundamental en un hogar, y por eso es indispensable que nos sintamos cómodos en ella.

Distribuir

Una distribución perimétrica de los muebles es la más adecuada, con ella se gana espacio y se deja el centro libre para la mesa. En las viviendas con pocos metros, mediante una buena distribución se pueden crear espacios más versátiles y multifuncionales, por ejemplo, una encimera puede actuar como barra separadora de la cocina y el comedor, y al mismo tiempo, cumplir la función de mesa auxiliar.

Pero, además de la disposición de los muebles de la cocina -en forma de L, de U, o en pasillo, siguiendo el perímetro de la estancia-, para armonizar el espacio es aconsejable distribuir los elementos principales -el fuego y el agua- en triángulo. Los fogones representan el elemento fuego, y el fregadero y el frigorífico, el elemento agua. Hay que evitar ubicarlos de forma que queden enfrentados; la distribución óptima es la triangular. El fregadero es interesante colocarlo ante una ventana, para aprovechar la luz natural y las vistas mientras preparamos y limpiamos los alimentos y utensilios. Los fogones, por el contrario, deben estar siempre ante una pared, y en ningún caso debajo de una ventana, por motivos de seguridad. Una isla central es ideal como lugar de preparación de alimentos y también como zona de aguas. Si la colocamos de modo que permita ver la puerta de entrada mientras se trabaja, las sensaciones serán mucho más agradables.

Los materiales idóneos

La madera resulta un material muy adecuado para el mobiliario de la cocina. Quizá una de las opciones más coherentes sea la madera natural, siempre y cuando provenga de tala sostenible y no haya sido tratada con productos tóxicos.

En términos de salud, los materiales a los que conviene prestar especial atención en la cocina son las superficies de trabajo y de manipulación de los alimentos. Entre las opciones de encimeras, las más populares son las piedras de granito, aunque debido a que algunas emiten niveles significativos de radioactividad, es preferible optar por las piedras de mármol o calcáreas -de canteras cercanas a nuestra localidad-, aunque éstas requieran ser más cuidadosos en su uso, por ejemplo, prestaremos más atención al ácidos como el vinagre o el limón, que pueden dañarlo. Disponer de una tabla de trabajo de madera o de bambú para manipular los alimentos es suficiente para mantener en buen estado la bancada de piedra natural.

También existe la opción de elegir paneles de bambú para las encimeras, ya que es un material más duro y resistente al trabajo y al agua que la mayoría de las maderas disponibles. Posiblemente uno de los materiales más resistentes y ecológicos sea el cristal -incluso a pesar de su fragilidad-, ya que nos ofrece las mayores garantías de higiene y no desprende sustancias potencialmente tóxicas. Los materiales para encimera a base de materiales sintéticos (Corian, Silestone) son resistentes, limpios y no emiten radioactividad, pero debemos emplearlos con cuidado: procuraremos colocar sobre ellos superficies de trabajo de madera o bambú.

En la elección de los pequeños utensilios de cocina –cacerolas, ollas, sartenes, ensaladeras, bandejas, moldes, cubiertos…–, los materiales más saludables son los tradicionales como la cerámica, el vidrio, la arcilla, la madera y el hierro. También podemos incorporar dos materiales más novedosos: la esteatita, material natural de reciente comercialización, y utensilios y recipientes de silicona, obtenidos a partir del sílice de la arena, ya que es un material estable e inerte, que no reacciona con los alimentos. Ambos son buenas opciones.

Por el contrario, evitaremos los utensilios de aluminio, teflón y los plásticos, tan omnipresentes en la mayoría de las cocinas, ya que son materiales que afectan a la salud.

Buscar el confort

Una vez distribuido el espacio, es el momento de pensar en términos de confort: es muy importante decidir con cuidado las medidas de la altura de la encimera, así como las de las islas y mesas de trabajo; lo adecuado es que su altura se adapte a la nuestra, y no al revés. Si son demasiado altas o demasiado bajas nos forzarán a curvar la espalda y a adoptar posturas incómodas que, a la larga, serán perjudiciales para nuestra salud.

Una cocina debe ser diseñada para ser realmente práctica, distribuyendo y aprovechando el espacio para tener a mano y bien ordenados todos los utensilios necesarios. Baldas, cajones, cestas, barras… son elementos de gran ayuda para lograr este objetivo. El orden también facilita la limpieza e higiene regular, imprescindibles en toda cocina. Por eso, es útil hacer una lista de los utensilios que más utilizamos y dónde vamos a guardarlos antes de comprar lo separadores de los cajones y demás elementos que ayudan a poner orden en la cocina.

Si, además, optamos por decorarla con elementos naturales y vivos, como un recipiente lleno de frutas frescas, coloridas y saludables, aportaremos vitalidad y buena energía a uno de los lugares con más alma de toda la casa.

Reducir el impacto de los aparatos eléctricos

La cocina actual es un espacio muy tecnificado, alejado de la sencillez y austeridad de las cocinas de antes. Cada vez más, las cocinas se han convertido en estancias donde la tecnología y la electrónica están más presentes con elementos como la vitrocerámica, el horno eléctrico, el microondas, el frigorífico, el congelador, la campana de extracción de humos... a los que hay que añadir los pequeños electrodomésticos como la tostadora, la licuadora, el robot de cocina, e incluso, una pantalla de televisión. Estos aparatos facilitan las tareas y ahorran tiempo, pero nos hacen optar por la elaboración rápida de productos preparados o precocinados, renunciando al placer de preparar con nuestras manos, con calma y con mimo, la comida que nos nutre cada día.

A parte de incidir desfavorablemente sobre la calidad biótica de los alimentos, abusar de aparatos eléctricos para cocinar nos expone a la contaminación eléctrica y electromagnética que desprenden muchos de estos electrodomésticos. Para reducir sus efectos, es recomendable colocar todo el equipamiento eléctrico y electrónico en una zona específica, cercana al lugar de trabajo y alejada de la zona donde esté la mesa de comer o el office, ya que son las zonas donde pasamos más tiempo. De este modo evitaremos una sobreexposición a los campos eléctricos y a las radiaciones electromagnéticas.

Luz natural y biótica para la cocina

Pocos momentos son tan agradables como el desayuno matinal en la mesa de la cocina bañados por la luz del sol del amanecer. Los recientes estudios sobre cronobiología muestran que los cambios en la calidad y coloración de la luz solar a lo largo del día modulan la actividad biológica y neuronal de nuestro organismo. La luz del sol del amanecer y de las primeras horas de la mañana emite una luz más azulada, una frecuencia cromática que al ser percibida por la glándula pineal inhibe la producción de melatonina y libera altas dosis de serotonina -hormona que induce a la actividad física-, lo que propicia un buen despertar y despeja la mente para enfrentar con lucidez el nuevo día. De ahí que toda cocina debiera tener al menos una ventana o una cristalera orientada al este, a fin de que entre plenamente en ella la luz de la mañana.

En cambio, la luz de la puesta del sol es más rojiza y durante la noche el cerebro inunda la sangre de melatonina, hormona que induce a estados de sueño profundo y moviliza los mecanismos regeneradores y de auto reparación celular que favorecen la buena desintoxicación del organismo y la recuperación de las energías gastadas durante el día.

Para conseguir una iluminación artificial más biótica, es decir, que sea más afín a los ciclos naturales, podemos disponer de lámparas que reproduzcan los dos tipos de luz según el momento del día. Por la mañana, lo más adecuado son los tubos fluorescentes o lámparas de bajo consumo de luz blanca con predominio de azul. Para iluminar la cocina por la tarde y noche, deberíamos disponer además de otros puntos de luz con lámparas halógenas u otras de luz cálida de 3.000º Kelvin en las que predomine el espectro cromático rojo, que estimularán la producción de melatonina y nos prepararán para un descanso reparador.

Aparte de los dos tipos de iluminación general –una más azulada y otra más rojiza–, son muy útiles los puntos de iluminación puntual en las zonas de trabajo, sobre todo en la bancada de la cocina, los fogones y el fregadero. En estas zonas podemos optar por lámparas de un espectro cromático más neutro, de 4.500º Kelvin.

La iluminación artificial biótica nos hará sentir más cómodos y en armonía con el ciclo de luz natural, pero recordemos que lo ideal es permitir la entrada de la luz del sol en la cocina, cuya radiación ultravioleta posee efectos bactericidas que ayudan a mantener un aire y un ambiente más limpio y aséptico.

Respecto a los colores del mobiliario y las paredes de la cocina, los colores claros en las cocinas pequeñas y con poca iluminación natural dan sensación de más amplitud y potencian la luminosidad. El color también es una herramienta útil para potenciar aspectos de la salud. Si existen problemas de sobrepeso, es mejor prescindir de los colores rojizos, ya que estimulan el apetito y activan la secreción de jugos gástricos, mientras que los tonos azulados inhiben la secreción gástrica y reducen la sensación de hambre.

Aire interior saludable

La cocina es un lugar donde se genera vapor de agua en la cocción, humos, combustiones… y por eso es fundamental que el sistema de renovación del aire funcione perfectamente. Hay que revisar periódicamente los sistemas de ventilación del espacio, y comprobar el buen funcionamiento de extractores y campanas, y renovarlos si es preciso para que siempre resulten eficientes. Hay que prestar especial atención a equipos como el calentador a gas, que pueden ser motivo de accidentes derivados de la inhalación de monóxido de carbono. Mantener al día las revisiones reglamentarias, y practicar el sano hábito de ventilar a diario, es la opción más económica y eficiente para respirar un aire más sano, y también ayuda a evitar problemas derivados de condensaciones y humedades.

Los productos de limpieza y detergentes convencionales introducen en el ambiente sustancias potencialmente nocivas. Al usarlos casi diario, estas pequeñas dosis se van acumulando en el organismo y resultan desfavorables para la salud. Sustancias químicas como el benceno o el formaldehido –reconocidos como cancerígenos-, pueden estar presentes en la composición de muchos productos habituales del hogar. Optar por productos de “química dulce” o también ecológicos. Y recuperar las recetas de limpieza de la abuela es la opción más económica y saludable: los detergentes caseros elaborados con una mezcla de vinagre, limón y bicarbonato son eficientes e inocuos.

Otra ayuda natural interesante para mantener limpio el aire de la cocina son las plantas de interior, ya que además de aportar belleza al ambiente son unos eficientes descontaminantes. Absorben los humos de combustión y también ayudan a eliminar del ambiente los compuestos orgánicos volátiles procedentes de las colas del contrachapado del mobiliario, de las pinturas o de los productos de limpieza y detergentes convencionales. Un photus, una cinta, un ficus o una gerbera son opciones ideales. Si, además, colocamos dos o tres macetas de plantas condimentarias –como perejil, orégano, mejorana o albahaca– en el alféizar de la ventana de la cocina, alegrarán el ambiente y podremos disponer de ellas siempre que las necesitemos para cocinar.

¿Tienes plantas en la cocina? ¿Cuáles? ¡Cuéntanoslo en los Comentarios de este artículo!

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