El mar apenas se ve, convertido en una línea borrosa en el horizonte. Pero se siente. La mirada se detiene en la vegetación verdísima y esplendorosa de pinos, adelfas y bunganvillas, y es una gloria bendita sentarse en el porche blanquísimo, junto a la piscina,y dejar la mente suelta, sin amarra alguna, vagando entre los mejores sueños.
Por favor, mirad esa foto en la que se asoma la fachada de la casa por la izquierda y no me podréis negar que daríais mucho pero mucho por estar allí, apoltronadas en una de esas butacas impolutas oliendo el mar y respirando el aire de los pinos. En fin, lo siento, pero me dejo llevar por el deseo y la envidia y eso no puede ser, tengo que ir al grano y contaros varias cosas que seguro os interesan. Aún y todo, hacedme caso, antes de seguir leyendo abrid las fotos, miradlas bien, dejaos llevar por la emoción y luego volved y os explicaré lo que me han contado el arquitecto y los dueños.
Empezando por donde se debe os diré que la arquitectura es de primera, inspirada en el racionalismo de principios del siglo pasado: limpísima, geométrica, sin concesión alguna a lo superfluo ni a los adornos. Ella sola, con sus líneas funcionales se basta y se sobra. Miradlo en las fotos y me daréis la razón. Sí quiero detenerme en un elemento muy fundamental: se trata de la total sustitución del muro que da al jardín y a la piscina por una cristalera continua, de tal manera que se derriban las fronteras entre interior y exterior. Las columnas cilíndricas del porche sostienen la estructura del piso superior, a la altura de la terraza, asegurándose así una cubierta para los días de sol o de viento. Transparencia, ésa parece haber sido la consigna del arquitecto a la hora de pensar su proyecto. Transparencia en los grandes ventanales hacia el exterior y transparencia total en los interiores. Un amplísimo espacio sin barrera alguna (agrandado aún más visualmente por la blancura de todos los materiales) se extiende por toda la planta. El suelo de mármol beige abujardado (es decir, con un acabado rugoso para impedir los resbalones tan típicos y odiosos del mármol pulido) asegura esa continuidad desde el borde de madera de la piscina, sube por la escalera y cubre la planta superior, terraza incluida. Lo hemos visto en otras casas pero os insisto: el empleo de un mismo material en los suelos de toda la casa multiplica la sensación de amplitud, proporciona continuidad espacial y es un recurso que funciona siempre, y siempre lo hace bien. Eso es aplicable sin duda a los interiores. Y si se quiere prolongar esa misma sensación hacia el exterior, pues la receta es la misma, como lo podemos comprobar en esta casa. El único requisito es elegir un material que sea resistente y hermoso, tanto para fuera como para adentro. Hay muchos entre los que escoger.
Bueno, volveré a la casa que tenemos entre manos y os comentaré algo sobre la decoración de esta primera planta. Pocos muebles, espacios desnudos, blancura, pequeños toques de color sacados de la naturaleza (la madera natural en las mesas, la madera imitada en la cocina, el hierro, el acero, el verde de las plantas, el amarillo verdoso de los limones, el azul del mar en algunas telas) y simetría de los elementos (dos mesas de centro gemelas, dos estanterías flanqueando la chimenea). Estas han sido (resumidas) las reglas que se han seguido para decorar la casa. Pocos muebles he dicho y repito, los esenciales, los necesarios, para que el espacio, la transparencia, sea el protagonista. Más de lo mismo en la segunda planta, reservada toda ella a una inmensa suite, con zona de estar, dormitorio y gran baño (no lo busquéis, el baño no aparece en las fotos). Y una hermosísima terraza desbordante de flores desde la que ahora sí se puede ver el mar. Comprenderéis (y compartiréis) mis deseos y mi cochina envidia.
¿Tenéis vosotros envidia de esta casa? ¿O preferís la vuestra? Dejadnos vuestra opinión en los Comentarios de este artículo. ¡Muchas gracias!