Esta es una casa en el campo, en el Penedès, que fue propiedad de mi abuelo, tiene 100 años, y ha sido parte de la historia de la familia durante tres generaciones. Estuvo pensada como casa de veraneo, y ahora después de la reforma he decidido vivir en ella todo el año”. Nos lo cuenta Andrés, y no dejamos de emocionarnos cuando escuchamos sus palabras. ¡Una casa familiar con su historia, la de sus habitantes, ahí siempre dispuesta a seguir cuidando de los suyos! ¡Qué bonito!
Eso sí, antes de quedársela como residencia permanente, Andrés quiso reformarla. “Hemos tardado unos dos años y medio, y en el proceso fueron naciendo muchas ideas. Rehabilitamos y también hicimos cosas nuevas. El acceso a la casa es complejo, no podían llegar vehículos grandes, por lo que mucho trabajo fue minucioso y artesanal”.
Artesanal por ejemplo fue lo que se hizo con la baldosa de la cocina y del baño pequeño: “Es la original, la sacamos toda, la limpiamos y la volvimos a poner”. ¡Guau!
Cada rincón nos parece especial, pero cómo no querer detenerse en uno de los centros neurálgicos, esa hermosa y gran cocina. “Es un espacio que ha quedado muy bien para hacer mucha vida. Me gusta una isla grande para trabajar a gusto y también para comer a diario, tiene mucha luz y he cuidado mucho los detalles. En la pared no quise azulejos, pusimos paneles de Corian hasta el zócalo superior. El horno es de una marca inglesa que hace unas cocinas muy especiales, quedaba bien con el entorno rústico, y su color fue el que marcó todo el tono de la cocina y las puertas. En la pared pusimos un color chocolate, como un guiño a los bombones After Eight, ¡menta y chocolate!”.
El salón sigue los tonos de la casa, en blanco y verde agua, ¡qué dulce!, “con presencia de madera, que recuerda la zona donde estamos. La ventana grande es nueva, da a la terraza, con una vista muy bonita, entra mucha luz y el paisaje. Debajo, el banco está hecho a medida, con un mueble casi secreto, para guardar los aparatos. Pongo un proyector ¡y así no tengo tele en el salón!”. Claro, su idea, en estos momentos de su vida, es el disfrute.
A su lado, el comedor es tan bonito, tan ligero, que nos queremos quedar. "Puse muebles de aire provenzal. El banco lo compré en Francia, es un banco gustaviano de un anticuario francés, queda muy bien con la casa. Y la lámpara es moderna, divertida, y le da un toque especial al comedor. Iluminada parece un árbol de navidad, ja ja". Desde luego, aporta un toque de magia.
"Yo quería todo muy sencillo, pero acogedor", nos cuenta este hombre, que ha hecho de su casa centenaria su nuevo hogar, más joven y hermoso. ¿Su momento favorito? “Cuando me tumbo en el sofá, miro para afuera y veo la puesta de sol”. Ay.
¿Quieres saber más sobre esta historia familiar? No te pierdas este vídeo. Dale al 'play' y disfruta de un recorrido excepcional en el que la decoración se mezcla con las emociones y los aromas de las recetas de chef. ¡Aquí se cuece todo!