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1.

Olvidarse de ordenar el correo

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Las cartas y publicidad acumulada sobre la consola de la entrada o un rincón de la encimera solo provocan sensación de desorden. Y es uno de los malos hábitos más comunes. Llegas a casa después de un largo día y lo que menos te apetece es revisar el correo. 

¿La solución? Destina un lugar para las cartas importantes. Y los folletos publicitarios, si no te interesan, tíralos a la basura. Si lo haces según entras en casa, solo tendrás que dedicar unos minutos a la semana a clasificar las facturas o papeles importantes.  

2.

Dejar los zapatos en cualquier lado

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Si tienes hijos o sois muchos en casa, seguramente alguna que otra vez tu hogar parece un campo de minas. Zapatos, deportivas o sandalias de por medio, además de desorden, pueden provocar algún tropiezo fortuito. 

¿La solución? Cambia la consola del recibidor por un zapatero y acostumbra a tu familia a descalzarse y ponerse las zapatillas de estar por casa según entréis por la puerta. Tendréis los zapatos ordenados, localizados y, lo que es más importante, el suelo de tu casa estará despejado y libre de obstáculos. 

3.

La butaca no es un armario

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Cuando te desvistas, no dejes la ropa al tuntún encima de la silla o butaca del dormitorio. Después de dos o tres días, la butaca quedará oculta bajo una avalancha de ropa y la sensación de desorden en el dormitorio aumentará proporcionalmente al tamaño de la montaña de ropa. 

¿La solución? Echa a la lavar lo que esté sucio y lo que no, guárdalo en su sitio. Sí, todo. Desde los complementos como el bolso o los pañuelos a los pantalones, chaquetas o trajes. No solo tu dormitorio ganará, sino que tu ropa también lo agradecerá.  

4.

Comprar porque sí

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Puede que en el súper haya una oferta increíble que no puedes dejar escapar. Pero, ¿realmente lo necesitas? ¿Lo vas a utilizar? Acumular demasiadas cosas en la despensa o en el armario puede ser contraproducente, especialmente si no ordenas de nuevo la despensa, dejando lo que antes caduca más a mano. 

¿La solución? Haz una lista de la compra cada vez que vayas al súper y no compres más de lo que necesitas. Esto no significa que dejes pasar una jugosa oferta: simplemente valora si lo necesitas y, sobre todo, si tienes espacio para guardarlo.  

5.

Dejar las cosas para otro momento

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El salón está para vivirlo. Eso está claro. Picas algo en la mesa de centro, te acurrucas en el sofá y disfrutas plácidamente de una peli. Pero, ¿qué pasa cuando llega el momento de irse a la cama? Si dejas todo tal cual está según te levantas del sofá, por la mañana parecerá que ha pasado un huracán por tu sala de estar. 

¿La solución? Destina 3 minutos antes de irte a dormir a recoger las migas de la mesa, doblar la manta y acomodar los cojines. Aunque parezca un esfuerzo sobrehumano, solo necesitas un poquito de fuerza de voluntad. Cuando entres en el salón por la mañana, lo agradecerás enormemente. Hay varias cosas que puedes ordenar antes de irte a la cama

6.

No volver a entrar en el baño después de ducharte

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Las toallas tiradas en el suelo, el champú destapado, el secador en cualquier sitio... Cuando algunas personas se duchan, parece que un tsunami ha pasado por el baño. 

¿La solución? Cuando termines de vestirte, vuelve a entrar en el baño. Comprueba que las toallas están colgadas (si las dejas hechas un burruño, cogerán olores), tus objetos de aseo en su sitio y los geles y champús con el tapón puesto. El siguiente que use el baño no adivinará que has pasado por ahí.

7.

Tener más cosas que espacio

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Si en el armario no te cabe nada más, ¿qué piensas hacer con ese voluminoso abrigo que te has comprado cuando acabe el invierno? Y esta pregunta vale para cualquier cosa que te compres. 

¿La solución? Antes de llevarte algo nuevo a casa, piensa si tienes espacio para guardarlo. Cuando la respuesta sea negativa, valora qué puedes donar o regalar para hacer espacio. Adopta una de las mejores máximas de Marie Kondo: si algo entra, algo sale.  

8.

No darle un repasito a la cocina

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Terminas de cenar, dejas los platos en el fregadero y, tan solo, pensar en abrir el grifo te da escalofríos. ¡Pues así se queda!, piensas. Mañana será otro día.

¿La solución? Intenta dejar la cocina tan recogida como puedas antes de ponerte a cenar, así después solo tendrás que preocuparte de un par de platos y vasos. Seguirá dando pereza, lo sabemos, pero el esfuerzo será mucho menor. ¡Palabra! 

9.

No guardar las cosas después de usarlas

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¿Eres de los que lee un libro y lo deja en la mesilla acumulando polvo después de terminarlo? O, tal vez, ¿necesitas consultar las instrucciones del horno y las has dejado en un rincón de la cocina indefinidamente? Hay objetos que utilizamos y dejamos en cualquier rincón, de manera que, tarde o temprano, pasan a formar parte del paisaje diario. 

¿La solución? Cada vez que termines de utilizar algo, vuelve a guardarlo en su sitio, aunque en ese momento te dé toda la pereza del mundo. La recompensa será doble: cuando vuelvas a buscarlo sabrás dónde está y tu casa se mantendrá ordenada sin esfuerzo. 

10.

No tener un sitio concreto para dejar la ropa que hay que planchar

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La plancha es uno de los electrodomésticos que más consume, por eso no merece la pena encenderla cada vez que tengas una o dos prendas para planchar. Pero, ¿qué hacemos con el montón de ropa que se va acumulando?

¿La solución? Destina un lugar para dejar la ropa que hay que planchar pero fuera de la vista. Una cesta en el lavadero o dentro de un armario es la respuesta a ese caos. Para facilitar después el planchado, déjala bien estirada.   

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