Decorar una casa es, para muchos, un proceso tan emocionante como abrumador. Las decisiones se acumulan, los plazos se ajustan y, a menudo, se prioriza lo estético sin pensar en la funcionalidad o en cómo se vivirá realmente ese espacio en el día a día. Es precisamente en ese camino apresurado, impulsado a veces por tendencias efímeras o por ideas preconcebidas, donde se comenten errores deco que, con el tiempo, acaban generando arrepentimientos.
Desde El Mueble, hemos hablado con Carolina Amorós, arquitecta e interiorista del estudio Partchwork, quien a través de su larga trayectoria como experta en el sector, nos cuenta cuáles son esos fallos decorativos más frecuentes y comunes entre sus clientes. En esta entrevista, Amorós los repasa con nosotros. Sus reflexiones ofrecen una guía valiosa para quienes están a punto de enfrentarse a una reforma o una redecoración integral. ¡Toma nota!
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PREGUNTA: Como interiorista, ¿cuáles dirías que son las decisiones de decoración de las que más se arrepienten tus clientes con el tiempo?
Una de las cosas que más valoran mis clientes cuando trabajamos juntos es precisamente poder evitar decisiones impulsivas o poco acertadas. Muchas veces, cuando han decorado por su cuenta, me cuentan que eligieron piezas por moda o por precio, sin una visión global, y con el tiempo se dieron cuenta de que no encajaban con su estilo de vida ni con el espacio.
También es habitual que al principio sientan cierto miedo a usar color. Lo ven arriesgado y tienden a refugiarse en blancos o tonos neutros, que a la larga pueden volver los espacios planos o impersonales. Mi papel consiste en acompañarles con criterio, para que cada elección (desde una paleta hasta un mueble) tenga sentido estético, funcional y emocional. Así, el resultado no solo es armonioso, sino también auténtico y duradero.

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P: ¿Hay alguna tendencia que en su momento parecía una buena idea y que ahora ves que suele "envejecer mal"?
Más que la tendencia en sí, lo que suele envejecer mal es la falta de intención detrás. A veces se aplican modas sin tener en cuenta el espacio, el uso o la personalidad de quien lo habita. Ahí es donde surgen errores. Por ejemplo, los espacios neutros en exceso, o el uso de formas llamativas sin función clara, pueden volverse monótonos o incómodos con el tiempo.
Por eso creo en diseñar con una mirada a largo plazo, donde cada elemento tenga un sentido estético, pero también emocional y funcional. Cuando se diseña desde la verdad de un espacio y no desde lo que "se lleva", el resultado envejece con belleza.

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P: ¿Qué papel juega la planificación (o la falta de ella) en esos errores que acaban generando arrepentimiento?
La planificación lo es todo. Muchas decisiones que luego generan arrepentimiento no vienen de una mala elección estética, sino de no haber pensado el espacio en conjunto desde el principio. A veces se empieza comprando un sofá, luego una mesa, después unas lámparas… sin una visión global. Y eso termina creando un interior sin coherencia ni equilibrio.
Por eso, mi trabajo arranca siempre con una planificación clara: entender cómo se vive el espacio, qué se necesita realmente y cómo integrar funcionalidad, estética y personalidad en cada decisión. Cuando hay un criterio detrás, no hay pasos en falso. Y lo mejor de todo: el resultado se siente más armónico, duradero y auténtico.

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P: Muchas veces el impulso manda, por ejemplo, al elegir un color, un mueble o un revestimiento. ¿Hay alguna elección impulsiva típica que suelas tener que “deshacer”?
Sí, el impulso es muy habitual, sobre todo cuando algo nos entra por los ojos: una pieza que se ha visto en redes, un color que está de moda o un revestimiento llamativo. Y muchas veces, lo que en un primer momento parece un flechazo, termina siendo una elección poco acertada si no se integra bien en el conjunto.
Por eso, uno de mis papeles como interiorista es precisamente frenar ese impulso cuando es necesario y ofrecer una visión más amplia. A veces alguien se enamora de un sofá enorme o de un material espectacular, pero que no funciona ni por proporción ni por mantenimiento. Ahí es donde entra el acompañamiento: ayudar a que cada decisión responda a algo más que la estética del momento y esté pensada para durar y disfrutarse a largo plazo.
P: ¿Alguna vez tú misma, como interiorista, has tomado una decisión que después no funcionó como esperabas? ¿Qué aprendiste de ese error?
En cualquier proceso, por muy medido que esté, la realidad a veces te pone frente a situaciones que no se desarrollan exactamente como se habían proyectado. No es algo habitual, pero puede suceder. Lo importante en esos casos es tener la honestidad y la cercanía suficiente para hablarlo con el cliente y tomar, con criterio, las mejores decisiones para reconducirlo. Para mí, estar presente y atenta en cada fase del proyecto es clave para detectar estos matices a tiempo y resolverlos sin que afecten al conjunto. Esa capacidad de reacción también forma parte del diseño.
Lo que me ha enseñado la experiencia es que, incluso en los proyectos más pensados, hay matices que solo se revelan en el momento de materializarlos. Por eso es fundamental mantener una mirada flexible y estar presente en cada fase, para poder tomar decisiones con agilidad y asegurar que el resultado final mantenga la coherencia, la calidad y la esencia del proyecto.

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P: ¿Qué consejo darías a quien está a punto de reformar o decorar su casa para evitar tomar decisiones que acaben lamentando?
Mi consejo sería no dejarse llevar por las prisas ni por lo que está de moda en ese momento. Reformar o decorar una casa es una oportunidad para crear algo que te acompañe de verdad, no algo pensado solo para encajar en una tendencia pasajera. Por eso es fundamental escucharse, entender cómo se vive el espacio y priorizar lo que realmente necesitas y te representa.
También es importante no tomar decisiones desde el miedo (al color, al contraste, al cambio). Muchas veces lo que termina funcionando mejor es precisamente aquello a lo que uno no se habría atrevido sin un buen acompañamiento.
Por lo tanto, si se cuenta con un profesional desde el inicio, mucho mejor. Alguien que te ayude a tomar decisiones con perspectiva, que aporte criterio y que sepa traducir tus ideas en un espacio coherente, funcional y con alma. Ese acompañamiento marca la diferencia entre una casa simplemente bonita y una casa bien vivida.
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