Casas urbanas

Una casa entre el clásico y el barroco

Carolina González Miranda

Periodista especializada en decoración. Directora adjunta de El Mueble

Actualizado a 18 de enero de 2022, 10:28

Colgada en una ladera sobre Barcelona, nada más ver esta casa, uno sabe que es única y exclusiva. Solo comer al aire libre, bajo el porche sostenido por columnas y con esas vistas, es un privilegio. Envuelta en vegetación, su exterior tiene un aire romántico y soñador con sus glicinas colgantes y sus muebles de hierro, como una imagen sacada de otros tiempos y de otras tierras. En realidad mucho de eso tiene esta casa, ya que fue levantada a principios del pasado siglo siguiendo la moda modernista que, aseguro a quien me lea, se ha conservado casi intacta. Apenas se puede adivinar en las fotos, pero creedme. No insisto más porque para todas nosotras lo más provechoso es mirar sus interiores impecables, un auténtico homenaje a la decoración clásica de influencia inglesa. Un elogio también a la simetría, el equilibrio, la justa medida y las proporciones perfectas. Nada menos que todo esto. Y si no me creéis y pensáis que exagero, mirad la foto del salón con los dos sofás chester frente a frente, con las mesitas de taracea y barandilla y sus lámparas gemelas acompañándolos a cada lado de la chimenea de mármol de Carrara. Fijaos también en la exacta correspondencia de las ventanas, en la posición central de la vitrina-escritorio o en la colocación estricta de los grabados que flanquean las puertas correderas. La ubicación de los muebles es precisa y rigurosa, y obedece a unas estrictas reglas geométricas. A mí, os confieso, tal precisión me ha dejado directamente deslumbrada.
Y no acaba en lo dicho esta medición tan equilibrada. El privilegiado mirador insiste en estas mismas características. Sofás clásicos frente a frente, separados por una mesa de caoba y con una chaise longue entre los dos, en el centro justo de las puertas acristaladas. La situación de cada mueble parece estar calculada al milímetro y el conjunto desprende una sensación poderosa de orden y organización supremos. No he entrado en la calidad del mobiliario, algo evidente, pero por si las dudas lo aclaro: desde las piezas más importantes, como los sofás, a las menores, como las lámparas o los candelabros, son todas excelentes.


Y antes de entrar en otra harina que me ha fascinado en esta casa, quiero señalar que os fijéis en la cocina. No es espectacular pero sí encantadora, sencilla y también rigurosa como los espacios ya descritos. De madera pintada en blanco, ha sido (se ve, se siente) perfectamente restaurada. Los suelos de baldosas hidráulicas son una delicia de las que ya no se hacen, y sus armarios un poco a la antigua parecen ofrecer una capacidad y una disposición perfectas.
Iré ya directamente a lo prometido. Y es la jugada de los colores, en mi opinión absolutamente maestra. Espléndidas son esas caídas de terciopelo rojo que unen todas las ventanas y las puertas al jardín. Un rojo fuego que se repite en algunos -no todos (sería excesivo y aquí los excesos no existen)- los cojines distribuidos sobre los sofás, y, en versión exquisitamente estampada, en la mesa tapizada delante de la chimenea. Delicados son los tonos topo del terciopelo de los dos chester y del lino de las sillas del comedor. Un color que encontramos también en los sofás del mirador, en las rayas que combinan un tono más oscuro y un crudo más claro. Blanco roto además en la chaise longue, en la pintura de la carpintería, las molduras y los techos, y en muchos cojines. En resumen: colores neutros perfectamente engamados para destacar aún más el estallido rojo de las cortinas. Como os digo siempre, tomad nota.

Hablando de armonía y contrastes de colores, el paso obligado es entrar en el dormitorio. El papel a rayas rojo oscuro y beige viste toda la estancia, amplia, abierta a la terraza y al jardín. Y como remate (algo que no está en la línea de los gustos más sobrios pero que bien puede fascinar a los barrocos) se ha colocado un dosel de flores estampadas del que caen los tules que forman el cabecero y los protectores laterales. Puede gustar más o menos, eso va a sensibilidades, pero no se puede negar que es una composición absolutamente clásica y, como el resto de la casa, con un riguroso acento inglés.

¿Te atreverías en tu casa a optar por este estilo? ¡Déjanos tus comentarios!

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