Este piso en el centro de Madrid no solo es precioso y está magníficamente decorado y aprovechado, sino que Teresa, la joven propietaria actual nos cuenta una serie de casualidades un tanto emotivas: tanto Teresa como la familia que poseía la casa (los siete hijos de una señora que pasó los 90 años de su vida aquí) provienen del mismo pueblo vasco, pero también era de allí la persona que registró la propiedad en 1870 en el Ayuntamiento de Madrid.

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Hablamos por tanto de una casa centenaria y, por tanto, la reforma fue intensa. Los encargados fueron los arquitectos Cristina Manene y Fernando Orte del estudio Aldescubierto, diseñadores también de casi todos los muebles. Ni rastro dejaron de de los seis oscuros dormitorios originales y los tabiques que impedían el paso. Quedan solo las ventanas y contraventanas, varias fotos de la casa de origen (es
la serie de postales de la pared del comedor) y los marcos, vigas y columnas a la vista.

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Aunque la propietaria se entendió a la perfección desde el primer momento con sus arquitectos, también tenía sus propias ideas. “Los arquitectos eran más de cocina de isla abierta al comedor, pero yo me empeñé en cerrarla”, confirma Teresa, que sabía cómo quería la casa de sus sueños y que buscó inspiración aquí y allí: “Saqué de Pinterest la idea de la estantería en módulos”, apunta.
En las zonas privadas manda el blanco: es el color que cubre las vigas de madera del dormitorio y tiñe el microcemento en que está hecho el baño. Junto a la cama, una escalera de barco sube al altillo, una buhardilla con tanto encanto como la casa y su historia. Y hablando de historia: cuando acabó la reforma, Teresa invitó a los siete hijos de la anterior propietaria y vieron emocionados el resultado.

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