52 m2: un coqueto y luminoso dúplex reformado en Barcelona reformado con un estilo clásico y actual (con plano)

Con el fin de ganar metros, Marta abrió la cocina, que estaba cerrada, a la zona de día. "Nos permitió eliminar el pasillo y anexionar ese espacio a la cocina. Y, además, la llenó de luz, porque ahora desde aquí ves el jardín”, asegura Marta.

Otro "obstáculo" de la planta principal era la escalera, que además era muy feota: "Era de mármol y se veía muy anticuada. Así que la forramos toda de madera y parece otra. La barandilla la hemos conservado, pero tuneada pintándola de blanco. Y aprovechamos para eliminar la barandilla del primer tramo porque así parece que añades la escalera al espacio del salón, al quitar ese obstáculo visual, la integras", explica Marta. 

 “La planta baja estaba muy compartida, todo eran puertas y se perdía mucho espacio en zonas de paso sin uso", recuerda la decoradora. Al salón se le dio, literalmente, la vuelta: “Antes el sofá, que era muy pesado, estaba en medio, por lo que todo quedaba muy comprimido. En cambio ahora, al arrimarlo a la escalera, hemos ganado un espacio central despejado que hace que el estar se vea más amplio”, explica la decoradora Marta Prats.

Antes el salón estaba muy abigarrado, con muebles grandes y muy "tocho". Así que la decoradora decidió oxigenarlo con piezas ligeras y versátiles, como las mesas de centro que se pueden mover según las necesidades, y otras blanquitas, como el mueble bajo del televisor.   

El comedor es el que disfruta de más luz natural, pero la decoradora decidió reservarle ese espacio privilegiado por su proximidad con la cocina y porque el espacio, al ser más bien alargado, encajaba a la perfección con la mesa que recuperaron –y tunearon– del piso anterior de los propietarios. 

La decoradora aprovechó la reforma para replantear la cocina por completo, con una barra multiusos que sirve de separación con el comedor, ofrece espacio de almacén, es una cómoda zona de desayunos y a la vez un práctico pasaplatos. 

Al quedar la cocina tan integrada en el salón, la decoradora apostó por un mobiliario con frentes lisos, sin tiradores y en un suave color topo, porque así no delata tanto que es una cocina.

Cierra los ojos y tiñe este espacio de marrón. Así era esta buhardilla antes de que la decoradora la convirtiera en un dormitorio de aires alpinos y sabor nórdico. “Estaba toda revestida de madera oscura. Así que le aplicamos una veladura blanca que aclara la madera pero deja ver la veta, así resulta más cálido”. ¡Qué acierto!

Los armarios, también blancos, se llevaron hasta el límite del techo para aprovechar al máximo el espacio. Y con la misma idea se ideó el cabecero, que integra las mesillas a modo de hornacina. 

Con el techo un poco abuhardillado, la única opción para colocar cuadros era apoyarlos sobre el cabecero de obra que integra también unas mesitas en hornacina, que no ocupan espacio y pasan desapercibidas.  

En el baño en suite se reservó la zona de menor altura para los sanitarios para que ducha y lavamanos fueran más cómodos. “El mueble, que se hizo lo más grande posible, es de roble para matizar la frialdad de tanta cerámica”, apunta la decoradora. 

El acceso a la terraza está en el salón. Y, aunque es pequeña, se ha decorado con dos cómodas butacas de exterior de fibra vegetal. 

Tras eliminar las zonas de paso, la planta baja cuenta con más metros y una distribución más cómoda y fluida. Todos los espacios están comunicados entre sí, pero con cierta independencia. 

El piso superior cuenta tan solo con un amplio dormitorio y un baño también de generosas dimensiones en el que no se quiso prescindir de la comodidad de una bañera.