Drew Barrymore lo tiene claro: no hay mejor lugar que su casa. ¡Y la entendemos a la perfección! La actriz de 50 años, ha conquistado a generaciones con su espontaneidad, y ahora, ha vuelto a conectar con millones de personas a través de su presencia en redes sociales, portales donde se muestra muy activa y donde comparte sus hábitos más cotidianos, aquellos que nada tienen que ver con los lujos, alfombras rojas o los focos.
De hecho, hay un vídeo muy concreto que grabó desde su apartamento en Nueva York en el que aparece sin maquillaje, sin artificios y sin esos filtros del mundo cinematográfico que se hizo viral hace unos meses y en el que confiesa que le encanta quedarse en casa: "todo el mundo piensa que es aburrido, pero en realidad no lo es. Soy una pequeña ermitaña muy feliz", dice. La publicación, que es pocos minutos, ya tenía miles de 'me gusta' y comentarios de sus seguidores, no solo mostró su espacio doméstico, sino también una forma de vivir más pausada, más íntima y sobre todo, más real.
A lo largo del vídeo, Barrymore cocina, se prueba ropa, se ríe frente al espejo y comparte lo que parece una jornada cualquiera entre las paredes de su apartamento. Pero más allá de las imágenes, lo que cautivó a sus seguidores fue el mensaje de fondo: quedarse en casa no es sinónimo de aislamiento o aburrimiento, sino de bienestar. "Me encanta estar en casa, nunca quiero ir a ningún lado", insiste. En una sociedad que a menudo glorifica la hiperactividad y el exterior, estas palabras funcionan como un abrazo para quienes encuentran en su casa un refugio emocional.
El hogar como refugio emocional

@drewbarrymore
Lo que expresa Drew Barrymore en su vídeo no es una excentricidad de celebrity. Es un sentir que comparten muchas personas que han descubierto - o redescubierto - el poder del hogar como refugio emocional. Después de la pandemia, la relación con nuestras casas cambió radicalmente: pasaron de ser lugares de paso a convertirse en escenarios clave de nuestra vida cotidiana. Y con ello, también cambiaron nuestras prioridades decorativas: buscamos más confort, más autenticidad y menos perfección.
Sentir que estamos en un lugar seguro
El placer de estar en casa va más allá del estilo decorativo. Tiene que ver con el ambiente que construimos, con cómo se siente el espacio. Un sofá mullido, una manta que usamos cada tarde, la luz que entra por la ventana a las cinco de la tarde... Son pequeños detalles que conectan con nuestra memoria afectiva y que nos hacen sentir seguros, acogidos. Por eso, cada vez más personas priorizan el bienestar frente a la estética: quieren casas vividas, con alma, que hablen de quienes las habitan.

@drewbarrymore
Así, Drew Barrymore ha puesto palabras (y gestos cotidianos) a un sentimiento que muchos compartimos en silencio: quedarse en casa no es aburrido. Es, en realidad, una forma de volver a uno mismo. Nuestro propio espacio donde no existe el exceso de estímulos y reivindicamos el hogar como un espacio de placer y también esfera emocional donde volvemos a conectar con nosotros.
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