Un cortijo en Marbella con el encanto andaluz, un toque nórdico y piezas recuperadas

Bárbara dormía con un cuaderno junto a su cama. Lo tenía lleno de dibujos de cómo imaginaba su futura casa. Es holandesa y, un día, ocurrió: "Cuando mi marido me propuso venirnos a España le puse una condición: construir la casa de mis sueños", nos cuenta. Esa casa era ni más ni menos que un cortijo, una casa blanca, con un aire tradicional, con suelos de arcilla, cortinas gruesas y generosas y rodeada de campo. "¡Siempre había soñado con tener uno!". Fue en parte el sueño de Bárbara Plattel, en parte el clima español, lo que trajo a esta familia desde Ámsterdam hasta Marbella. 

"Estábamos cansados del frío y la lluvia. Buscábamos un lugar más cálido. Y España era una buena opción", nos cuenta Bárbara, que también es interiorista y que se asesoró nada más y nada menos que con el arquitecto Donald Gray, uno de los mayores expertos en la recuperación de la arquitectura tradicional andaluza, autor de urbanizaciones tan conocidas como La Virginia y Las Lomas en Marbella. "Me ayudó con la concepción de los espacios, los ángulos de los techos... Yo quería que fura una casa de sabor andaluz", cuenta Bárbara. 

"Yo quería que fuera una casa de sabor andaluz", cuenta Bárbara. Esta holandesa ya aplicaba la receta nórdica de los colores claros para ganar y reflejar la luz, y la unió al amor por las técnicas tradicionales, la sencillez de la construcción y un profundo respeto al estilo del sur. 

Poco a poco, durante dos años, Bárbara fue haciendo realidad su sueño. "Al principio, mis hijas y yo nos sentábamos con una caja enorme de Lego y construíamos la que sería nuestra casa. Más tarde, las montaba en el coche y nos íbamos de pueblo en pueblo en busca de materiales: puertas, suelos de barro, baldosas hidráulicas, muebles...". 

"Me gusta mezclar piezas actuales con otras antiguas y recuperadas", explica Bárbara. Y lo vemos desde en el salón con ese gran espejo de marco dorado y lookc lásico

En la cocina también se observa la combinación de piezas actuales con otras de antiguas al mezclar suelos de microcemento, sillas de mimbre y una mesa de madera recuperada. 

Bárbara incluso se ha lanzado a sus propias creaciones, como el sofá blanco del porche. O la lámpara del office: "Quería algo diferente y grande. Cuando vi esa jaula lo tuve claro. Me la traje de Holanda y la convertí en lámpara", cuenta. Las mesas son todas recuperadas, de una madera muy natural. 

Y aunque el blanco es la nota dominante de una casa que sabemos fresquita en verano y acogedora en invierno, hay notas de color en los cojines y en varios kílims marroquíes. 

Las puertas de pino labradas del original vestidor, oculto tras el murete del dormitorio son recuperadas. Una tendencia que se sigue en el resto de estancias de la casa. Sin duda, Bárbara es amante de los objetos antiguos, pero le gusta combinarlos con accesorios actuales y conseguir su toque personal. 

El baño dispone de un gran ventanal por donde se pueden observar unas vistas magníficas. Todo un guiño al país vecino que, en los días despejados, se puede ver perfectamente.