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1.

Los árboles naturales son purificadores del aire

 Los abetos captan el CO2 de la atmósfera en su crecimiento, almacenan el carbono y devuelven oxígeno. Por lo que tener un árbol de Navidad natural es una buena manera de garantizarse una mejor calidad de aire en casa. Además, su aroma resulta muy agradable.

2.

Son ecológicos y sostenibles

"La mayoría de los árboles de Navidad proceden de producciones controladas y dedicadas a eso, a ser abetos de Navidad. Donde queda el hueco del árbol vendido otro será plantado", sostienen desde el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes. Es decir, con la compra de un árbol de Navidad natural no se está contribuyendo a deforestar el bosque, sino todo lo contrario.

3.

Los árboles de Navidad pueden replantarse

Lo ideal es en el jardín, ya que son árboles de crecimiento rápido. Si no tienes esta posibilidad, puedes llevarlo a los servicios de recogida que suelen tener los ayuntamientos. Los ejemplares más fuertes serán transplantados en jardines y parques públicos. Una advertencia: nunca debe replantarse en el monte, porque pueden entorpecer el ecosistema.

4.

Pueden reutilizarse como compost

 Los árboles que no sobreviven –que suelen ser el 90% según datos del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes–, pueden llevarse a los puntos de recogida que habilitan los ayuntamientos tras las fiestas de Navidad para triturarlos y convertirlos en compost y abono para nuevos árboles.

5.

El mismo precio que uno de artificial

Si el precio era una de las razones por las que optar por un árbol de Navidad artificial, debes saber que, desde Verdecora sostienen que hoy en día los precios son muy similares y que las variaciones dependerán de las calidades y de las especies, ya que hay algunas más caras que otras. "Puedes encontrar un árbol natural desde 80 € (de 80 cm de altura) hasta los 400 € (de 500 cm). En la medida habitual, que suele ser de 150-200 cm el precio ronda los 30 €, y en el caso de uno artificial el precio puede ser el mismo".  

6.

Precisan cuidados

 Un árbol natural es un ser vivo y cómo tal será necesario un mínimo mantenimiento: regarlo un par de veces a la semana si el ambiente es muy caluroso –con un vaso de agua bastará–, mantenerlo alejado de los radiadores o fuentes de calor, ventilar la estancia a diario... Además, será necesario barrer casi a diario porque es habitual que pierdan hojas.

7.

Los árboles artificiales, casi a la carta

Verdes, nevados, blancos, rojos... Las posibilidades cromáticas que ofrece un árbol artificial no las ofrece uno de natural. Incluso se pueden comprar árboles con la decoración y las luces incorporadas. Además, están disponibles en diferentes alturas, desde las opciones minis de unos 60 cm hasta los 300 cm.

8.

Sin mantenimiento

 Con un árbol de Navidad artificial olvídate de regar, de barrer las hojas y de estar pendiente de si la calefacción puede estropearlo y no llegar vivo hasta la noche de reyes.

9.

Se pueden reutilizar

 Lo habitual es aprovechar el mismo árbol de Navidad durante varios años. De hecho, si el árbol es de calidad, puede durar en buen estado mucho tiempo. La Asociación Americana del Árbol de Navidad considera que, de promedia, se reutilizan unos 11 años.

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Son fáciles de guardar

Es una ventaja que va unida a la anterior. Y es que si vas a usarlo el próximo año, deberás previamente guardarlo en su caja. Los árboles de hoy en día no solo son facilísimos de montar y desmontar, sino que guardados ocupan muy poco espacio. Esto también es una ventaja a la hora de comprarlos, ya que caben sin problemas en el maletero del coche, cosa que no ocurre en muchos casos con los árboles naturales.

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No son sostenibles

 Los árboles artificiales están fabricados de plástico y derivados del petróleo, que son altamente contaminantes. Tanto en su fabricación como en su eliminación emiten CO2.

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No se pueden reciclar

 Una vez termina su vida útil, no se puede hacer nada con los árboles artificiales (a parte de tirarlos en el contenedor adecuado) y acaban convirtiéndose en desechos de PVC y otras sustancias que tardan siglos o milenios en degradarse.

Cuesta imaginarse una Navidad sin árbol, con sus adornos, luces y coronado por la estrella. Pero esta tradición, muy arraigada en el norte de Europa, es relativamente nueva en nuestro país. De hecho, cuenta la leyenda que no fue hasta el s. XIX que llegó a España y lo hizo de la mano de una princesa rusa: Sofía Troubetzkoy, viuda de un hermanastro de Napoleón. Sofía se casó en segundas nupcias con José Osorio, un aristócrata, político y militar español en 1869. Y fue en la primera Navidad que pasaron juntos cuando pidió instalar un abeto decorado.

Ha llovido mucho desde entonces, y ahora el árbol se ha convertido en un icono navideño (casi) imprescindible en los hogares de nuestro país. La elección, entre natural o artificial, dependerá de las necesidades y prioridades de cada familia, ya que cada opción, como hemos visto, tiene sus pros y sus contras. Un apunte: si tienes niños y mascotas, debes saber que las variedades que se emplean como árbol de Navidad, que suelen ser la pícea y abies, no son tóxicas ni para las personas ni tampoco para las mascotas, siendo totalmente seguras.