Contemplada desde el exterior la casa parece de otros tiempos, con su entrada porticada, las columnas de inspiración jónica, la puerta protegida por una verja preciosa y estilizada, y el remate de la terraza del piso superior con balaustrada.

Todo respira un aire muy de finales del siglo XIX y principios del XX, vamos, de hace ya más de cien años. Por dentro, sin embargo (estaréis de acuerdo conmigo porque la realidad salta a la vista) los espacios son diáfanos y muy actuales, con suelos impecables de madera de sucupira, y ventanales amplios por donde se cuela la luz y el paisaje. Bueno, pues os aclararé que las dos impresiones, la de fuera y la de dentro, responden a la verdad y a la historia. Resulta que la casa se tenía más mal que bien en pie cuando la vieron los propietarios actuales, pero mantenía algo de su antigua prestancia, estaba a tiro de piedra de Barcelona y contaba con un jardín lleno de posibilidades. Así que, a pesar del desastroso estado que mostraba, ellos no lo dudaron y apostaron por rehabilitarla por fuera y trasformarla por dentro. Una elección plenamente acertada, a juzgar por los espléndidos resultados obtenidos. El exterior hubo que respetarlo en gran medida, ya que, dadas sus características modélicamente centenarias, su cuerpo central forma parte del catálogo de edificios protegidos de la zona. El interior fue sometido a una reforma drástica. Pasado y presente pasaron, pues, a convivir la mar de pacíficamente.

Dicho lo dicho y explicado el porqué de las visibles diferencias entre el fuera y el dentro, os daré cuenta ahora de los puntos más relevantes, no solo de las obras, sino del éxito de la decoración. Son cosas bien hechas de las que siempre podemos aprender.

  • Dejando al margen todo lo referente a la puesta al día de instalaciones, saneamientos, etc, tan inevitable como antipático (de llevar a cabo y de explicar), se reparó la zona central catalogada y se negoció con el Ayuntamiento el color del revoco exterior de toda la casa.
  • Dado el peso y la importancia arquitectónica del módulo central, se optó por la sencillez y la rigurosa geometría en el resto de las fachadas. La aportación más decisiva fue el aumento considerable del tamaño de las ventanas en estas alas laterales.