Había una vez una masía de 1640. Había una vez una niña que pasaba los veranos en ella. Había una vez una montaña, vistas al mar, un jardín bajo las encinas y una casa con muchos escondites. Había una vez una niña que creció, se hizo mayor.... Ana es su nombre y, cuando heredó este territorio amado de su infancia, pensó que el final de su cuento de hadas había llegado. Pero se armó de valor (y buenas ideas)... y lo volvió a escribir.
“Al poco de heredarla tuve que ponerla en venta porque costaba mantenerla. Ni bajando el precio se vendió. Y decidí que la casa, que ya había pertenecido a la familia un siglo atrás y que mi padre recuperó generaciones después, tenía que seguir con nosotros”, nos cuenta. Y nos fascina, porque si algo amamos es a las mujeres que luchan por lo que quieren.
La masía de sus mil amores está en Sant Andreu de Llavaneres, en la costa del Maresme. Ana y su marido dejaron Barcelona para reescribir allí su historia, aunque no todo fue color de rosa. “Me costó adaptarme, ¡soy urbana! Los terciopelos rojos, los muebles oscuros y las antigüedades que atiborraban la casa se me caían encima. Estaba embarazada y organizar los espacios era una pesadilla”. ¿La solución? Como tantas que nos llegan en la vida cuando pensamos que no la hay, fue casual. “Nos propusieron alquilar la casita de las antiguas cuadras, y fue un éxito. La casa principal era demasiado grande para los cuatro, así que pensamos: ‘¿y si la reformamos y la alquilamos? Y nosotros nos instalamos en la casita pequeña’”. ¡Bingo!

LOOK HAMPTONS
Una casa estilo Hamptons junto al mar (con vídeo)
Se pusieron manos a la obra. Blanquearon los paneles de madera de las paredes y los muebles. “Son de mucha calidad. Los diseñó en los años 70 Carlos Valentí, de la firma Valentí, que era amigo de mi padre. ¡Marcos, que nos ayuda desde hace años en la casa, pintó de blanco hasta los cabeceros antiguos! Quería aligerar la casa y darle luz”. La decoradora Mercedes Pérez, de Renova, reformó la cocina y le ayudó a elegir los azulejos artesanales, el arrimadero de rafia del office y el parquet de roble. “Elegí muebles de cocina con molduras y una gran isla aprovechando el gran espacio. Mercedes me aconsejó mantener la puerta en arco y situar allí el office”.
Y para dar continuidad a este cuento, el dormitorio de sus hijas Alejandra y Valentina fue el suyo de niña. “Les encanta vivir en un lugar así. Alucinan con las historias de los mayores del pueblo, algunos de ellos ayudaron a levantar el muro del jardín”. Las caracolas pintadas del baño y las chimeneas de los dormitorios refuerzan esta sensación. “Es una casa única. Mi padre estaría orgulloso. Le di la vuelta a la situación”. Y colorín, colorado, esta historia ¡no ha acabado!
¿Quieres ver más? No te pierdas este vídeo en el que recorremos cada rincón de esta masía.