Pilar Cernuda, escritora: "Felipe González utilizó una estancia de La Moncloa para reuniones privadas que se convirtieron en símbolo de estatus"

Conocer los entresijos de las residencias presidenciales, es algo que despierta nuestra curiosidad. Más allá de los espacios oficiales que siempre aparecen y se muestran mediáticamente, nos preguntamos: ¿tendrán estas casas espacios secretos que solo unos pocos conocen y pueden acceder? La respuesta a esta pregunta viene recogida en 'Moncloa Confidencial: Los secretos de los presidentes de España', el libro de Pilar Cernuda que marcó un antes y un después en nuestra forma de ver La Moncloa. 

Cuando pensamos en este complejo presidencial, nos viene a la cabeza la imagen de un lugar solemne, cargado de protocolo y con grandes salones donde se toman decisiones de Estado. Pero lo cierto es que dentro de esta residencia, hubo un espacio muy especial donde las normas se relajaban, las conversaciones fluían sin guion y donde incluso el propio presidente se ponía el delantal. Ese espacio fue la famosa Bodeguilla de Felipe González.

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La Bodeguilla de Felipe González: mucho más que un lugar de reuniones

Felipe González, cuyo cargo al frente de la presidencia en España tuvo lugar ente 1982 y 1996, no solo marcó una etapa política clave en la historia reciente del país, sino que también dejó su huella en La Moncloa de una manera muy personal. Más allá de sus reformas y su largo mandato, creó un espacio que simbolizó el poder en su versión más cercana y, para muchos, más auténtica.

La escritora relata en su libro como aquel rincón, que en su origen era una simple mantequería, se transformó en una bodega acogedora y casi mítica. "Con Felipe González, ya como presidente, alguien le habló de esa estancia, tuvo curiosidad por verla y decidió acondicionarla para reuniones privadas, fuera del protocolo de las estancias oficiales", explica Pilar Cernuda. La transformación fue total: paredes blancas, azulejos en algunas zonas, sofás cómodos y mesas sencillas, derivándolo en un espacio desenfadado dentro del corazón del poder.

Un espacio exclusivo de encuentros culturales

Cada viernes por la noche, Felipe González y su esposa, Carmen Romero, organizaban encuentros con representantes de distintos ámbitos sociales, especialmente del mundo cultural. La idea era conversar, intercambiar ideas y que el presidente pudiera "conocer de primera mano cómo se respiraba en esos ambientes, cuáles eran los problemas", cuenta Cernuda.

Sin embargo, pronto se supo que González era quien solía llevar la voz cantante en estas reuniones. "Le gustaba más hablar que escuchar", comenta la escritora, aunque esto no restó atractivo al lugar. Al contrario, la Bodeguilla se convirtió en un espacio exclusivo donde todos querían estar. Y es que ser invitado a esas cenas era casi un sello de prestigio profesional: "Si no conocías la Bodeguilla, te faltaba un largo camino por recorrer antes de ser alguien en tu círculo profesional". Según Cernuda, incluso dignatarios extranjeros que visitaban oficialmente La Moncloa pedían conocer ese rincón del que tanto se hablaba.

El final de la Bodeguilla

El legado de la Bodeguilla terminó con la presidencia de González. Su sucesor, José María Aznar (1996-2004), no quiso utilizar un espacio tan vinculado al felipismo y José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011) tampoco lo recuperó. Poco a poco, aquel lugar tan emblemático cayó en desuso y quedó como una anécdota histórica de un tiempo en el que el poder también se ejercía entre risas y copas de vino.

La Bodeguilla fue, sin duda, "la aportación más conocida de Felipe González al complejo de La Moncloa", escribe Pilar Cernuda. Hoy, el recinto presidencial cuenta con doce edificios, varios aparcamientos y una estructura mucho más extensa, pero ningún otro espacio ha conseguido igualar aquel pequeño refugio donde, durante años, la política española se mezcló con la vida social. 

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