15 regalos feos que aún guardas en casa y que deberías tirar ya

A no ser que desees transformar tu salón en el escenario de un cuadro de Rossetti, no se te ocurra rellenar los huecos libres de la estantería con todas esas figuras de porcelana y estatuillas que has ido acumulando de bodas y comuniones. Marie Kondo se escandalizaría. 

Los cojines personalizados con fotos (da igual que sea la imagen de tu mascota que de tu mejor amiga o tu pareja) son lo más antiestético que existe. No, por más que lo intentes no va a combinar con el resto de cojines del sofá. Deshazte de él, por favor.

Lo recibiste y dijiste: ¡Qué ilusión! A ver cómo huele... Pero el aroma que salió de aquel frasco te hizo torcer el gesto. Era evidente que no te gustaba en absoluto. Y sin embargo, ahí lo tienes, guardadito en el armario del baño. ¡Pero si no lo usas ni como ambientador!

Con el paso de los años acumulamos pulseras, collares, anillos y pendientes que ya no ponemos. Sí, nos referimos a la bisutería. Porque sabes igual que nosotros que la época de llevar la muñeca a rebosar de pulseras de colorines ya ha pasado, así que... ¡diles adiós!

Y cuando decimos antiguos, no nos referimos a electrodomésticos con encanto vintage, sino viejos. Es decir, esa batidora que te regalaron por tu boda y que se ha convertido en una especie de fósil gigante que obstaculiza la encimera. ¡Hasta siempre!

Puede que te lo haya regalado tu mejor amiga con todo el cariño del mundo, que se trate de un proyecto DIY de tu pareja, o que sea un detalle de aquel día que pasó tal cosa. El origen no importa. Lo que importa es que sabes que jamás usarás ese llavero, que cuando lo ves te horrorizas y te sientes culpable por tenerlo metido en el fondo de un cajón, así que... ¡libérate! Tu mente te lo agradecerá.

Si alguien te ha regalado uno de esos paragüeros desfasados que parecen sacados del Londres victoriano, o lo que es peor, personalizado con una obra de arte que no entenderían ni los cubistas, haznos caso: deshazte de él.

México, Túnez, Londres... No estamos diciendo que no sean destinos bonitos, y seguro que la persona que te trajo ese recuerdo lo hizo con la mejor de las intenciones, pero... Seamos francos, ¿lo has sacado del cajón alguna vez?

Las flores estaban bien (mejor que bien), fue un detallazo que no esperabas por San Valentín, y hay que reconocer que el oso te pareció adorable. Pero ahora, mil años después, ¿no crees que es momento de jubilar al pobre animal?

Uno de los típicos regalos graciosetes que van bien para echarse unas risas... y ya. Por lo que más quieras, ¡no salgas a la calle con esos calcetines de Pikachu! Seguro que a tu sobrino le chiflan (para ponérselos él).

Puede que sea de lo más simpática, pero esa taza con forma de unicornio que estuvo de moda en su momento, no pega ni con cola con el resto de tu vajilla.

No te preocupes, todos tenemos uno (o varios) de esos terribles marcos de fotos de algún aniversario, comunión o evento similar. Y todos hemos decidido pasar página, así que... ¿por qué no vas a hacerlo tú también?

El primer invierno omitiste lo hortera que era y no te lo quitaste de encima (y no nos extraña, con lo calentito que se está ahí dentro...), pero ahora, cada vez que lo ves piensas en utilizarlo el próximo carnaval... o tirarlo directamente.  

Esas terribles bufandas de crochet multicolor... ¿Qué decir de ellas? No tenemos duda alguna de lo mucho que abrigan, ¡pero no compensa con lo feas que son!

Aunque hay que reconocer que las zapatillas son simpáticas, eso de ir por casa como si fueras un anuncio andante, no termina de convencernos... Next!