Un día en la vida de la interiorista Natalia Zubizarreta

Natalia empieza a trabajar en cuanto alguien contacta con su estudio (Natalia Zubizarreta Interiorismo) por teléfono o correo electrónico. “Desde el departamento de administración se archivan las consultas que recibimos. Enviamos un cuestionario, solicitando fotos, plano o croquis, presupuesto que manejan y necesidades. Después nos ponemos en contacto con ellos y visitamos su casa, si les cuadra nuestro método de trabajo”, explica la interiorista.

“Siempre acudo a la casa del cliente con alguien de mi equipo”. El objetivo es medir y hacer fotos al tiempo que la interiorista averigua las necesidades de las personas que allí viven. “Esta parte es de vital importancia para que el proyecto funcione”.

Toca mancharse los zapatos. “En realidad casi siempre voy un poco llena de polvo a todos los sitios, no soy la típica interiorista que va impoluta”, comenta divertida Natalia. En la obra resuelve dudas con el encargado de obra, charla con los gremios y ve cómo solucionar problemas que puedan surgir (siempre los hay en una reforma, pero también siempre se solucionan).

“No sería nada sin mi equipo, me siento tan orgullosa de él... Cada uno con su personalidad y forma de trabajar compone una pieza del puzzle que permite que nuestros trabajos lleguen a buen puerto. Me enorgullece decir que tenemos un ambiente de trabajo de confianza, alegría, cariño y respeto. Por supuesto que existen momentos duros y tensos -¡las obras son complicadas!- pero intentamos gestionarlos de la mejor manera posible”.

Compañera de fatigas de Zubizarreta: su agenda. Ella misma comenta: “mi agenda suele ser un cúmulo de citas con colorines. Mentiría si dijera que consigo cumplirla siempre. Este trabajo se caracteriza especialmente por los cambios repentinos, los sustos, los imprevistos... He aprendido a fluir con lo que sucede y me esfuerzo por establecer prioridades día a día para que apagar fuegos no me suponga desatender lo importante”.

El trabajo de una interiorista abarca mucho, desde ”ver planos, dibujar detalles técnicos a mano, elegir tejidos, colores, solucionar entuertos, perfeccionar infografías, comentar cómo fue el fin de semana -risas-…” Hay tiempo para todo, “también para preparar un café o un té de esos de especias que me gustan a mí”.

Natalia acude a exposiciones de producto a inspirarse. “Veo novedades y hago una preselección para el cliente. Llevo muy claro en la cabeza qué puede encajar y busco la mejor opción. Pregunto precios, datos técnicos y pido muestras para llevarme al estudio. Una vez las tengo, pongo todo sobre la mesa de reuniones y empiezo a jugar, fluir y componer... De repente algo hace clic. Sonrío y sé que lo tengo”.

“Siempre empiezo de grande a pequeño. ¿Qué estilo tiene el cliente? ¿Qué necesita? ¿Qué pavimento habrá? ¿Cómo serán las puertas, cocina, armarios? ¿Tono de paredes? Una vez tengo la caja, empiezo a bucear más profundo. No sé desde el primer momento qué pieza va a ir en cada rincón. Me gusta ir sintiendo la casa y elegir los muebles y ambientes según lo que me va inspirando, siempre dentro de los estilos y necesidades acordadas previamente”, aclara Natalia.

Natalia aprovecha un hueco de la tarde para acercarse a uno de sus proyectos y convertirlo en un hogar. “Entregamos las casas totalmente amuebladas y decoradas hasta el último detalle. Esta es quizá una de las partes que más me gusta de mi trabajo. Me hago una coleta, me planto una camiseta todoterreno y empiezo a montar centros de flores, mover muebles, hacer camas… ¡Es pura adrenalina!”

Y aquí termina un día en la vida de la interiorista Natalia Zubizarreta, una jornada en la que hay dos cosas que destacan en su trabajo: el cariño que pone (“siempre dejo un trocito de mí en cada uno de mis proyectos, no imagino trabajar desde otro lugar que no sea el corazón”) y el manejo de la luz (“es una de mis obsesiones. Intento fomentar la luminosidad en todos los interiores que se ponen en mis manos. La luz es vida, es energía”).