Vigas de madera, piedra, una cocina rústica maravillosa... Esta casa de campo lo tiene todo para enamorarse
De casa oscura y compartimentada a espaciosa y luminosa. Y lo mejor de todo, sin perder su espíritu rústico y centenario. Muebles recuperados y restaurados lo hicieron posible
"Reformamos esta casa por completo hace 8 años. Y aunque la modernizamos, el estilo que le dimos fue de casa rústica centenaria fiel a su esencia y también con un toque provenzal", nos explica Carolina Sánchez Vadillo, la interiorista que rehabilitó y decoró esta espectacular casona en Madrigal de las Altas Torres, Ávila.
Los elementos constructivos originales parecen susurrarnos al oído: muros de piedra, suelos de barro y techos de madera típicos de las viviendas castellanas. "Antes la casa era oscura y tenía muchas habitaciones pequeñas. Las eliminamos para abrir espacios y ganar luz", añade Carolina.
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Portón antiguo de madera. Fuente de piedra en el jardín, de La Casa de los Tomillares.
El Mueble/Fernando Bedón
La entrada, de piedra y madera
La entrada a esta casa rústica es fabulosa. Muros de piedra, protegidos con hiedra, y un portón de madera antigua —que nos recuerda a los de las iglesias—se respetaron, ya que estaban muy bien conservados.
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Cómoda restaurada por Carolina Sánchez Vadillo. Aplique diseño de la interiorista. Jarrones y grabados importados.
El Mueble/Fernando Bedón
El recibidor restaurado
"Los techos de pino oscuro los pintamos en gris para ganar luz. Al igual que las paredes y las puertas castellanas de cuarterones, que lacamos para aligerarlas", explica Carolina.
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Sofá, diseño de la interiorista. Butacas y escritorio franceses. Banqueta, de La Casa de los Tomillares. Alfombra, de Los Peñotes.
El Mueble/Fernando Bedón
El salón con chimenea
El protagonista indiscutible del salón es el increíble techo artesonado que no hubo que tocar. "Lo dejamos oscuro porque era muy bonito y, además, la zona de estar es luminosa gracias al amplio ventanal que recorre uno de sus lados".
Un escritorio francés restaurado acaba de llenar el espacio y es buena prueba de la cantidad de muebles recuperados que Carolina trajo expresamente de La Casa de los Tomillares, el hotel rural que la interiorista tiene en Candeleda (Ávila) y donde casi todo el mobiliario está a la venta.
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Librería a medida realizada por un carpintero, pintada en el taller de la interiorista. Suelo de madera natural.
El Mueble/Fernando Bedón
La imponente biblioteca
Envidia pero de la sana nos da la fantástica librería a un lado del salón. "De pared a pared, mide 8 metros y la realizamos en nogal, explica Carolina. Los dueños son ávidos lectores y necesitaban espacio para dar cobijo a los libros que no cabían en su casa de Madrid".
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Mesa de comedor y lámpara suspendida, restauradas por Carolina. Aparador antiguo. Sillas tapizadas con telas de anticuario. Suelos de barro.
El Mueble/Fernando Bedón
El comedor bajo la escalera
Nada más entrar en la casa nos recibe el comedor con una mesa redonda que se hace ovalada y sillas traídas de Francia. En él destaca la fabulosa vitrina con soperas antiguas.
La escalera que conduce a los dormitorios se lacó de gris en su parte superior mientras que se respetaron la barandilla inferior de hierro negro y los peldaños de piedra.
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Muebles de cocina, de Villa Bricocina. Encimera negra, de Silestone. Lámparas, de La Casa de los Tomillares.
El Mueble/Fernando Bedón
La cocina rústica, por supuesto
En la cocina rústica con isla y office, el suelo sigue siendo de barro y las ventanas de madera. De los altísimos techos con vigas cuelgan unas lámparas negras que dan la nota vintage, junto a la encimera, la campana y el horno en el mismo color.
En contraste, se ha elegido el blanco para el mobiliario, decorado con cuarterones y tiradores en forma de concha.
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Mesa y bancos restaurados por la interiorista. Mantel blanco, de Pepe Peñalver. Vajilla y plantas, de Los Peñotes.
El Mueble/Fernando Bedón
El office con vistas al jardín
"Los propietarios de la casa hacen mucha vida en la cocina, por eso aprovechamos para poner una zona de office con vistas al jardín súper agradable", confiesa Carolina.
Tras la mesa hay una chimenea que se enciende en los días más fríos y una alacena, que en realidad es una antigua librería a la que quitaron las puertas.
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Ropa de cama, de Zara Home. Cómoda de los propietarios pintada por la interiorista. Butaca, de La Casa de los Tomillares.
El Mueble/Fernando Bedón
El dormitorio principal, súper relajante
En la planta superior, descubrimos los dormitorios. La suite principal está rodeada de ventanas de madera en su tono natural. Estas recorren casi todo el perímetro de la habitación y son el mirador perfecto.
Con estas vistas, esta luz y la decoración en suaves tonos amarillos y rosados, es imposible no relajarse.
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Camas restauradas en el taller de la interiorista. Ropa de cama y cojines, de Zara Home. Lámpara, de La Jaula del Grillo.
El Mueble/Fernando Bedón
El dormitorio de los niños tiene miga
Y es que es muy particular: una viga de madera separa casi de forma natural las dos camas, vestidas de blanco y verde. Mientras, la ventana pegada al suelo es de las pocas de la casa que están pintadas en un gris muy relajante.
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Bañera, de Duravit. Grifería, de Cristina. Toallas, de Zara Home. Jarrones y plantas, de Los Peñotes.
El Mueble/Fernando Bedón
El baño en suite y con bañera
Tanto el dormitorio principal como el de los niños cuentan con sus propios baños. Este de la imagen pertenece a los padres. La bañera acrílica está revestida de mármol Macael envejecido, como el suelo. Se dispuso bajo el gran ventanal para disfrutar de las vistas. ¿Te has fijado en la grifería vintage? ¡No tiene desperdicio!
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Lavamanos, de Villeroy & Boch. Toallas, de Zara Home. Apliques, de La Jaula del Grillo.
El Mueble/Fernando Bedón
El mueble del lavabo, abierto y a medida
Como mueble de lavabo, Carolina recuperó esta pieza sin puertas y con baldas para depositar las toallas y tenerlas a mano. La encimera de mármol acoge dos lavabos. Sobre ellos, un espejo enmarcado en madera amplía el baño y refleja la ducha, ubicada al fondo.