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Una restauración a fuego lento

Desde el primer momento, Clara vio las inmensas posibilidades que tenía esta casa. Tras una cuidadosa reforma, que la ha volcado al exterior, el tiempo le ha dado la razón

Carolina González Miranda

Periodista especializada en decoración. Directora adjunta de El Mueble

Actualizado a 13 de octubre de 2021, 09:11

Clara Beltrán es médico y dedica su tiempo libre a una de sus aficiones: la restauración de muebles. De hecho, su casa es, en buena medida, el producto de esta pasión. “Compramos esta casa a finales de los noventa y le hicimos algunas reformas, sobre todo en la zona exterior”. Clara se refiere al porche, una pérgola de hierro vestida con toldos mecanizados; y a la piscina, rodeada de pavimento de piedra de Colmenar abujardada, que cubre también el porche. “Con este tratamiento –dice Clara– la piedra no resbala ni se calienta en exceso, algo ideal para el verano”. Es en los meses cálidos cuando esta parte de la casa alcanza su pleno rendimiento, tanto en la zona de estar como en el comedor exterior. La idea de que la piscina no tuviera bordillo fue de Clara, de manera que desde el mismo porche se puede entrar al agua.

“Una de las cosas que me gustó de la casa – confiesa– es que aquí las habitaciones están en la planta de abajo, con lo cual todas quedan a un paso de la piscina”. El salón es una suma de las dos debilidades declaradas por Clara: por un lado, abrir la casa al exterior; de ahí la gran puerta acristalada con unos ligeros cuarterones blancos. Y, por otro, el aire afrancesado, que se acentúa en detalles como el secreter antiguo y la cómoda provenzal de herencia, que Clara restauró con la ayuda de su madre, “que es mi auténtica maestra en estas artes”, nos cuenta. Detrás del sofá dispuso un viejo baúl gallego: en él guardan "las botellas que reservamos para las cenas con amigos, aprovechando que queda a mano del comedor”.

El dormitorio de María respira cierto aire francés y romántico, reforzado por la cama, el estor y la lámpara de forja. “Todo en tonos beige –nos dice Clara– porque quería algo delicado sin caer en los clásicos colores femeninos”. Además traza una nítida continuidad con las líneas que acabamos de ver: cabecero acolchado de líneas francesas, estores arropados por cortinas de seda rústica... El pasillo de entrada se aprovecha como vestidor. Y, en el baño, mármol travertino en el suelo y a modo de zócalo, que casa muy bien con el estilo de la casa. Como ya nos había señalado la propietaria, el lujo de este dormitorio es su rápido acceso al jardín: “Cuando compramos la casa –cuenta– apenas había una ventana. Nostros la convertimos en puerta, por supuesto”.

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