Una casa blanca y mediterránea con un porche sobre el mar que es un sueño en la Costa Brava

La casa está ubicada en un terreno con desnivel y se accede por la planta de arriba. "Nos encontramos con una terraza que daba paradójicamente la espalda al mar. Es una terraza amplia, con la misma superficie que la planta principal de la casa, ¡era una pena no mirar al mar! Tuvimos que desmontar el sofá de obra y darle la vuelta", nos cuentan Blanca Tey y José Luis Bonet, los propietarios. 

"Una casa que mire al mar": esa fue la apuesta de la interiorista Blanca Tey y del arquitecto José Luis Bonet y, frente a estas vistas, ¡lo entendemos! Nos damos cita en esta segunda residencia en Llafranc, en el corazón de la Costa Brava.

"Pusimos barandillas de hierro caladas que acercan el paisaje y consiguen el efecto óptico de poner el pueblo y el mar a tus pies. La pérgola de hierro y mimbre resulta acogedora y conecta el interior de la casa con la terraza y el horizonte. Es más alta que el techo interior, que es bajo, y así sigue la sensación de apertura al paisaje", nos cuenta la propietaria Blanca Tey. 

"Para el comedor exterior, combinamos una mesa de níquel y sillas de mimbre. El sofá de líneas rectas se suaviza con mesas redondas de madera y muchos cojines", explica Blanca. 

Entramos y lo primero que notamos es la luz. "Toda la casa está pintada de blanco", apunta Blanca. Nos encontramos con "un salón muy cómodo, pero sin mucho mobiliario, un buen complemento del exterior, que aquí es la clave", añade. 

El salón presume de unas vistas únicas y muy relajantes. El lugar idóneo para desconectar de la rutina y renovar las energías. Con una mesa de centro, un sofá esquinero y dos butacas de fibras naturales, ¡nos encanta!

A su lado, "el comedor es estrecho y por eso optamos por una mesa muy larga con seis sillas de fibra. Los propietarios querían una mesa donde se pudiera comer y trabajar. Querían que fuera lisa, pero yo no quería que la superficie fuera también de madera como el suelo, por eso elegí cemento pulido y patas de madera, de roble, un poco decapadas", explica la interiorista. 

Sobre la mesa del comedor caen dos lámparas de mimbre, grandes, pero transparentes, de manera que a través de su trama puedes ver el paisaje. Sin duda, no pasan desapercibidas y dotan al comedor de un acabado ideal. 

Respira el mismo aire sencillo. "Construimos una península para aumentar el espacio de trabajo, con estantes abiertos. Por un lado vemos vajilla y por otro, cazuelas para que esté todo a mano de una forma natural y estética", nos cuenta la interiorista. 

La pareja decidió combinar la encimera de cemento pulido con muebles de DM lacado y estantes de roble que, junto con el pavimento, consiguen dar calidez. El cemento pulido es muy resistente y se puede optar por distintos colores. 

"El fregadero tiene un aire de campo, tipo inglés. Y es que prefiero la loza al acero inoxidable para una cocina abierta, da un toque amable", apunta Blanca. 

Antes de irnos, nos adentramos en el espacio más íntimo, el del dormitorio, donde el blanco y la madera con una dosis justa de fibras naturales consiguen relax y armonía. "El cabecero es de obra, concebido como apoyo auxiliar. Encima, también a modo de cabecero, esa pieza tan peculiar que vemos es recuperada, una antigua cubierta de puertas que ahora aporta un toque personal. Las mesitas de noche también son de anticuario", comenta Blanca.  

¿Y los textiles? De blanco y azul marinero. "Todo es lino, elegido por ser natural, lavable y no requerir plancha. Y es que su arruga es tan bonita", resume la interiorista. Nos vamos, notando aún esa brisa del mar.