Cierra los ojos e imagínate que estás aquí: un piso luminoso, con cocina abierta y vistas al mar lleno de encanto con pequeños detalles

Como si fuera uno de sus lienzos en blanco, Rosmy ha creado cada detalle de la decoración, ayudada en los puntos más técnicos por la interiorista Imma Carrer Badía. "La casa se construyó a finales de los 60, pero tenía una distribución fácil y sin pasillos, por lo que no fue necesaria una gran intervención a nivel de obra", asegura.

"Solo tiramos el tabique de la cocina para abrirla al salón-comedor y al paisaje. Es un gusto reunirse alrededor de la mesa. Todas las puertas son correderas y cuando las abres queda un espacio completamente abierto a la terraza. ¡Casi se pueden tocar los pinos mediterráneos!", nos cuenta Rosmy.

Las grandes alfombras de yute son las encargadas de delimitar el comedor del salón, muy confortable con dos sofás distribuidos en ‘L’ y unas butacas muy especiales que la propietaria heredó  de sus padres. Las paredes neutras y suelos laminados hacen de marco perfecto para introducir pinceladas de color. 

Los cojines, las mantitas o la mantelería juegan con los tonos suaves y acordes a la naturaleza, tan presente en esta casa. Los muebles auxiliares y los detalles decorativos siempre tienen detalles de madera que hacen del conjunto del salón un lugar muy acogedor.

La colección de vajillas que preside el comedor es obra de la propia Rosmy. Y es que la artista ha habilitado este piso a modo de casa-taller. Junto a sus hijas, Yvonne y María - autora, por cierto, de las fotografías familiares que están junto a la chimenea - trabajan para sacar adelante su propia firma de vajillas pintadas a mano.

“Las tres tenemos un punto artístico y tenemos las piezas expuestas en un platero. Es como mi showroom y puede venir los clientes a verlas”, nos cuenta. Porque si a algo se presta este piso es a las visitas y a largas sobremesas. “Me encanta recibir a gente en casa”, asegura.

“Pinto desde hace muchísimos años y con las vajillas me animé hará unos cuatro. Empezó como una afición, pero cuando vi que me gustaba me compré mi propio horno. Al final se ha convertido en un negocio familiar. Trabajo con mis dos hijas y es un plan muy divertido”, asegura Rosmy. “Habilité la habitación de servicio para guardar mis lienzos y convertí dos dormitorios en taller. En uno guardo todas las piezas de loza blanca y en el otro pinto. Tengo una estantería llena de pinceles”, reconoce.

“Mi estilo es muy reconocible. Suelo pintar vajillas con motivos vegetales y florales, pero también personalizo al gusto de cada no. Incluso, tuneo vajillas antiguas. Todo el proceso es artesanal y ponemos mucho mimo en cada pieza. ¿Mi lema? Vajillas con alma”.

La cocina se renovó por completo y la organizó alrededor de una enorme isla con cajones. El mobiliario blanco con molduras y las lámparas de techo de ratán, iguales que las del comedor, le dan cierto aire costero al ambiente. “Me gustó la idea de jugar con las encimeras. Una de madera para la isla, que pone el toque natural, y una de mármol blanco para el resto de la cocina, como se hacía antiguamente”, añade la propietaria.

Entramos en el dormitorio principal. “Tengo debilidad por él. Tiene una coqueta terraza y, aunque no da al mar, se puede disfrutar de una luz espectacular”. Rosmy puso un cabecero que le sirvió de repisa y sumó puntos con una alfombra de anticuario y unos cojines florales muy especiales. “Tienen motivos florales y una textura maravillosa”, resuelve orgullosa Rosmy. Y es que pertenecen a la firma textil de su hija, Yvonne Cusachs Complements, y ponen el toque definitivo a esta casa con alma. Definitivamente, ha conseguido hacer de este piso su refugio creativo y personal.