Marta trabaja en el sector financiero, pero sus amigos y familiares alaban tanto la decoración de su casa que, a veces, ha pensado dedicarse a ello. Quizás, eso fue lo que la animó a participar en el concurso de lectoras para enseñarnos su piso en Vilafranca del Penedès (Barcelona), donde vive con sus dos hijas desde hace tres años.
“Lo que destaca de mi casa es que soy yo”, explica nuestra anfitriona. “Por primera vez me siento dueña de ella y puedo decidir por mi misma incluso aquellos aspectos más banales”.
Ha amueblado este piso de 100 m2 desde cero ella sola, con muy poco presupuesto y piezas compradas por internet. Empezamos por la terraza. Es bastante grande y da muchísima vida al salón. Como se trata de un primer piso, el gran parque de enfrente “con árboles aporta unas vistas preciosas”, explica.
Algunos espacios, como el salón, cambian según las estaciones del año. “En invierno, sustituyo el amarillo por el rosa empolvado. Hago la regla del 60%, 30%, 10% como he aprendido en la revista”, ríe Marta. También desplaza el sofá contra la puerta de la terraza para ganar espacio.
Al ser un piso de alquiler, los cambios en la cocina han sido limitados. “Solo he podido añadir la mesa con banco y unas alfombras vinílicas. ¡El fluorescente me parece horroroso!”, confiesa la lectora.
Por estos motivos, ya está buscando un piso de propiedad. "Mi sueño sería que, cuando lo encuentre, lo pudiera decorar Asun Antó, Olga Gil Vernet o Pia Capdevila con muebles a medida, molduras y cuarterones y tejidos “tan El Mueble”, detalla.
Seguimos hacia la habitación de invitados, que a la vez funciona como despacho. Marta ha añadido unos grandes armarios modulares de Ikea en blanco -sin tiradores- y una silla de fibras, junto a un sofá cama. “Desde el confinamiento estoy teletrabajando, así que este rincón me ha venido genial”, añade.
Llegamos a los dormitorios. “Me enorgullezco de haber escogido y montado todos y cada uno de los muebles, excepto en la habitación de mis hijas. Aquí solo coloqué una cama arcón con un edredón blanco y ellas han ido escogiendo el resto", cuenta.
Y sentencia orgullosa: "Como podéis ver, representan las distintas personalidades de cada una. La de la mayor (17) es más urbana y la de la pequeña (15) más artística: ¡ella misma pintó el mandala de encima del cabecero!"