Y si además de tener el mar a un paso, tu casa de la playa tiene piscina ¡aprovéchala! No hay nada mejor que levantarse de la siesta y darse un chapuzón para desperezarse. Eso sí, procura limpiarla todos los días de hojas y bichos, regular el valor del pH, aplicar el tratamiento para el agua, sea de sal o cloro, desinfectar a diario las zonas comunes (vasos de ducha, suelo, tumbonas...) ¡y no quitar ojo si hay niños pequeños!