Rodeado de plantaciones de aguacates y con vistas al mar, el hotel Cortijo Bravo conjuga el confort de unos interiores muy mimados con el encanto de un enclave mágico.
Situado en una colina, con vistas al mar y a los pueblos blancos de la sierra y bendecido con el que dicen es el mejor clima de Europa. Estas son las credenciales del hotel Cortijo Bravo, un establecimiento de veinte habitaciones pensado para disfrutar de una zona única de la provincia de Málaga.
Inaugurado en 2008, el hotel se ubica en un edificio muy singular, mezcla entre cortijo y casa señorial andaluza, obra del arquitecto Alfredo Santos. La tradicional cal recubre los gruesos muros de adobe que resguardan unos interiores amplios, frescos y soleados, de cuya decoración se encargaron los interioristas Joaquín Souviron y Teresa Cuesta.
Ellos son los artífices de la atmósfera extremadamente acogedora de este hotel, cuyo propósito, en palabras de Souviron, “es que el huésped se sienta como en casa”. Para ello, los decoradores han adaptado el estilo gustaviano, el favorito de Souviron, a las estancias de El Cortijo Bravo. La apuesta funciona a la perfección: los blancos y grises intensos del norte de Europa se adaptan sin estridencias a los materiales tradicionales de la soleada Andalucía (como la cal y el adobe). Lo mismo sucede con el mobiliario de madera pintada en tonos suaves como el aparador de la cocina o el mueble bar del comedor, dos piezas importantes adquiridas en Bélgica y que aportan el toque justo de sofisticación.
Los guiños gustavianos también se mimetizan con un espacio tan característico como es el patio andaluz: corazón del establecimiento y donde los huéspedes pueden tomar un aperitivo antes de ir a cenar. Souviron y Cuesta son asimismo los artífices de las veinte habitaciones del Cortijo, cada una tratada de una forma diferente. Así, en un auténtico tour-de-force decorativo, los interioristas han utilizado sabiamente Toiles de Jouy, telas de rayas y lisas, cortinas vaporosas, maderas y paredes pintadas, lámparas de cristal y de forja... En resumen, infinidad de detalles que propician la calidez. Las habitaciones se abren a las vistas de la espectacular montaña de La Maroma y a la azul costa mediterránea. El jardín, teñido por los verdes de las cañas, los aguacates y los cipreses, resguarda este lugar casi mágico pensado para escaparse del mundo con todo el confort.