Manuela quiso participar en nuestra gran celebración de El Mueble. Nos escribió. Nos contó que le gustaba su casa, pero que no acababa de cogerle el tono en la decoración. A día de hoy, unos pocos pero certeros cambios han dado un aspecto más natural, acogedor y luminoso a la casa de Manuela.
La casa es magnífica, con espacios luminosos y un exterior espléndido. Pero, como señala Manuela, “no había tenido tiempo para decorarla totalmente a mi gusto”. Enseguida vimos que no eran necesarias grandes transformaciones, bastaban unos pocos cambios para lograr un aire más sencillo y natural. Mónica, nuestra estilista, se hizo cargo del proyecto entusiasmada con el estupendo punto de partida que le brindaba la casa.
En el salón, lo básico fue un cambio en la posición de los sofás: uno de ellos se situó junto a la pared y el otro se mantuvo mirando hacia el jardín. Dos butacas de respaldo bajo delimitan ahora la zona de estar y la del comedor, garantizando la continuidad del espacio y reforzando aún más la sensación de amplitud.
En el comedor, la propuesta de Mónica se limitó al cambio de un solo mueble, con un resultado espectacular: la vitrina de madera oscura se reemplazó por una gran alacena acristalada, con mucha capacidad, que viste el comedor de manera generosa y espléndida.
El mayor cambio se produjo en la cocina. “Fíjate –explica Manuela–, yo nunca hubiera elegido ese color para pintar las paredes de la cocina, pero ahora cuando las miro me doy cuenta de que ha sido todo un acierto”. El color del que habla es un verde oliva de Bruguer con un acabado muy especial que envuelve de manera perfecta el mobiliario sólido y moderno ya existente. Es un tono muy diferente del anterior, que era amarillo y, al ser más oscuro, suaviza tenuemente la luz que entra por los grandes ventanales. Mónica cambió también las sillas del office, decidiéndose por unas muy ligeras de aire colonial de Teak Kayú, y encargó unas cortinas a Alfil, con barra incluida, confeccionadas con un lino de Yute’s.