Llega el otoño y la naturaleza nos obsequia con un espectáculo de color y con algunos de los ingredientes más preciados para la cocina de temporada. Setas que nacen tras las primeras lluvias, boniatos, castañas y calabazas –convertidas ya en el símbolo de noviembre–, patatas azules, espárragos trigueros… Todos con alto valor culinario y ese sabor intenso de los bosques, frondosos y húmedos, que viven ahora su mayor esplendor.
Partimos de las calabazas para elaborar dos platos del menú y crear unos centros de flores muy especiales. Dentro de dos calabazas vacías y secas, agrupamos rosas y hortensias blancas junto a hojas de helechos y arbustos silvestres. El resultado no puede ser más natural y delicado.
Con un mantel marrón topo y un camino de mesa de lino crudo, damos calidez a la mesa. Y añadimos detalles personales: las iniciales en las servilletas, los panecillos, envueltos en hatillos de papel, y las conservas de hongos como obsequio para los invitados. Porque, junto a las calabazas, las setas son las grandes protagonistas de esta comida: níscalos, trompetas de los muertos y shitakes regalan su intenso sabor a este risotto con gorgonzola.
Setas, las reinas del otoño y del bosque
Ligeras y sabrosas, aportan agua, potasio (diurético), selenio (antioxidante) y mucha fibra.
No te pases. Por su alto sabor, deben consumirse en pequeñas cantidades. Elige las setas más habituales de tu región; así garantizarás su frescura.
Las que más triunfan. Las más consumidas en nuestro país son champiñones, hongos o ceps, trompetas de los muertos, níscalos o “rovellons”, setas de San Jorge...