En cuanto pones los pies en esta finca y te vas acercando a la casa, entiendes por qué Ramón y su mujer vienen aquí todos los fines de semana. Alcornoques, madroños y encinas te dan la bienvenida a este coto de caza situado en los Montes de Toledo, en Ciudad Real. Naturaleza en estado puro. “Eso era precisamente lo que queríamos: disponer de un refugio al que escaparnos tras la semana laboral en el bullicioso Madrid. De ahí que recuperáramos el arbolado autóctono”, explica Ramón Abarrategui, el dueño, arquitecto y artífice de la restauración de esta vivienda. Por esa misma razón, el jardín presenta un aspecto muy natural, no con el típico césped bien recortado y perfecto. Y si el entorno resulta embriagador, la casa le va a la zaga. Uno puede sentarse en el porche y apreciar la belleza de una auténtica vivienda de campo. Según explica Ramón, “buscábamos que la casa se integrara en la naturaleza, por lo que recuperamos la vivienda original de 1987 eliminando los añadidos que se fueron haciendo después, como la perrera o la cochera”.
Con esta intención restauraron la fachada, de mampostería de piedra de Cáceres con junta de hueso (sin mortero), y rehicieron el tejado, usando tejas antiguas recuperadas de derribos para que tuviera un aspecto envejecido y no el rojo vivo de uno hecho con nuevas.
Para disfrutar de la naturaleza, crearon un porche para vivirlo, con techo de vigas de madera y suelo de cantos rodados, comunicado con el jardín y el interior. Y es el uso de materiales naturales lo que hace que esta casa rústica se funda con el entorno.