Piedra, cerámica, vinílicos, laminados, microcemento, hidráulicos, linóleo... Es fácil perderse entre las mil opciones de materiales disponibles para los suelos de la cocina pero vital acertar con el más resistente si no quieres arrepentirte de su elección un día sí y otro también (y varias veces al día: desayuno, comida y cena).
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Suelos de cerámica: los tradicionales
Es lo primero que se nos viene en la cabeza al pensar en un suelo para la cocina y no es de extrañar, si tenemos en cuenta que es un material duradero, impermeable, que se puede limpiar con cualquier detergente y con una amplia gama de acabados.
Las más tradicionales están realizadas con arcillas esmaltadas en su superficie, generalmente con acabados brillantes que, contrariamente a lo que se piensa, sí pueden acabar perdiendo el brillo en las zonas sometidas a un mayor desgaste. Además, el esmalte puede saltar por un golpe fuerte.
Gres porcelánico: el material estrella
Con todas las ventajas citadas y mucho más duro, el gres porcelánico es, hoy por hoy, el material estrella para el suelo de la cocina. Lo tienes en una enorme variedad de colores, acabados –brillante, satinado o mate– y diseños –incluida la madera, la piedra o el cemento–. Y se presenta en piezas con bordes rectificados que dan lugar a suelos uniformes y muy estéticos. ¿Qué más se puede pedir? Pues, mejor, elige uno que tenga una superficie antideslizante, para evitar resbalones si cae agua o está mojado.
Piedra natural: la única y original
La cerámica la imita de forma cada vez más realista pero parte de la belleza de la piedra reside en su carácter natural y las sutiles variaciones de su superficie, que convierten cada pieza en única.
Algunas de las más empleadas en la cocina son la pizarra, el granito o el mármol –este último vuelve a ser tendencia en todos los espacios– y, aunque todas ellas envejecen de forma elegante, tienes que estar dispuesto a ver el desgaste producido por el roce en las partes sometidas a un mayor uso y tener en cuenta que su colocación suele ser algo más compleja que la de la cerámica.
Madera: cocinas supercálidas
¿Quién no querría tener un suelo de madera en la cocina? Es cálido a la vez que elegante y convierte la composición más sobria en un espacio acogedor, aunque no es muy recomendable en las de más trote, a menos que no tengas problema con los acabados 'vividos' y las cicatrices que pueda ir dejando el día a día en su superficie relativamente blanda. Si es así, opta por una tarima maciza, que te permitirá varias restauraciones y te acompañará durante toda la vida de la cocina.
Suelos laminados: para quienes buscan resistencia
Si pondrías madera en la cocina únicamente si se añadiera la posibilidad de que el suelo no se manchara, rayara ni necesitara mimos periódicos, tu suelo es un laminado sintético.
Reproducen todo tipo de variedades de madera con una gran fidelidad, hasta las más costosas y exóticas, y ofrecen una gran resistencia frente al desgaste, los arañazos y las manchas. Eso sí, si quieres que no se estropee por el efecto del agua o la limpieza frecuente, debes elegir una variedad especial para ambientes húmedos, con tablero hidrófugo y juntas selladas.
Vinílicos: decorativos y económicos
Los nuevos suelos vinílicos no tienen nada que ver con sus predecesores de aire barato y calidad más que dudosa. No solo su composición ha mejorado, sino que cuentan con diseños muy decorativos, capaces de transformar un espacio con una instalación muy simplificada. El clásico rollo continuo se sustituye ahora por lamas de colocación por clic (como las de los laminados) o losetas autoadhesivas, que permiten instalarlo incluso uno mismo. De tacto cálido y agradable a la pisada, son impermeables e incorporan tratamientos antibacterianos.
Linóleo: para cocinas con mucho trote
Aunque a veces se confunde con los suelos vinílicos por su superficie ligeramente flexible, el linóleo tiene una composición totalmente diferente, ya que está integrado por materiales naturales como el aceite de linaza, el polvo de madera o el corcho y resinas naturales.
Es perfecto para zonas de mucho tránsito, lo que garantiza su resistencia en la cocina, y se coloca con la misma facilidad que los vinílicos. Sostenible y respetuoso con el medio ambiente, encaja perfectamente con proyectos de aire vintage, tan de moda hoy día.
Microcemento: el "cubrelotodo" con aire moderno
Además de la estética industrial que aporta su superficie continua, la gran ventaja del microcemento es que su espesor de apenas 3 mm y su gran adherencia sobre cualquier superficie permite aplicarlo sobre el suelo anterior sin necesidad de eliminarlo y generar escombros. El microcemento no es impermeable por sí mismo, por lo que para su uso en la cocina se le deben aplicar capas de sellador que le aporten esta característica y que conviene renovar de tanto en tanto, además de proteger con limpiadores con ceras. Además, acusa los golpes y rayaduras.
Suelos hidráulicos: el toque "vintage" de moda
Los suelos hidráulicos suelen meter en el mismo saco que la cerámica pero no tienen nada que ver: ni por composición (varias capas de cemento con arenas y pigmentos minerales) ni por prestaciones, ya que es un material bastante más poroso. Esto último hace que, en principio, no sea el más indicado para cocinas, ya que las manchas podrían penetrar en el interior de la baldosa, aunque sus impactantes diseños y el auge de la estética retro lo convierten en una opción muy decorativa para este espacio. ¿Solución? Afortunadamente, cada vez hay más fabricantes que ofrecen baldosas de porcelánico que evocan los suelos hidráulicos y combinan lo mejor de dos mundos.