La cena de Nochebuena es perfecta para crear una atmósfera que invite a soñar con la Navidad ideal: en el campo, al calor de la leña, en una gran casa de piedra, rodeados de nieve... Una puesta en escena, como la nuestra, íntima, llena de glamour y con detalles rústicos, organizada en el Palau de Casavells, del siglo XIV, situado en un pequeño pueblo del Baix Empordà, en Girona. Es una ocasión perfecta para rendirse al vintage y al romance entre los estilos gustaviano y provenzal, sorprendiendo a los invitados con una ambientación diferente a todas las anteriores.
En este escenario, los tradicionales colores navideños desaparecen en favor de una decoración más sutil y natural, en blanco, con piezas de madera o hierro pintadas y decapadas, cargadas de romanticismo. Un escenario del que no hay que descartar al gris. Para la interiorista Suseta de María, al frente de la firma Blanc de Provence, “la combinación del gris topo con el blanco resulta igual de luminosa, pero más chic y sofisticada. Un gris que se puede dejar en manos de pequeños complementos textiles y objetos de estaño, que tiene el mismo glamour que la plata pero resulta menos obvio y brillante, más rústico; perfecto para este estilo”.
Mezcla de texturas
Los manteles claros, lisos, de lino o hilo, son la mejor opción: no quitan protagonismo al resto y contribuyen a la luminosidad del ambiente. Para hacerlo más festivo y elegante, se puede cubrir con metros de organdí, dejando que reposen arrugados sobre el suelo y jueguen con la transparencia. También quedan perfectos los adornos de pasamanería de seda como servilleteros.
Es el momento de sacar la vajilla antigua o vintage, de porcelana blanca con filo de oro e iniciales, o, si queremos un aire más sueco, apostar por unos platos de loza blanca decorada en azul, como aconseja Federica Barbaranelli, propietaria de Federica & Co y abanderada del country living.
El cristal es otro elemento que no puede faltar. Fuentes, fruteros, tarteros, portavelas, copas de distintos estilos y tamaños –resultado de la mezcla de varios juegos– y unos invitados de puro lujo vintage, los caireles, colgados de candelabros y lámparas, decoran la mesa y el ambiente. Piezas que reflejan la luz, aligeran la decoración y contribuyen a crear un ambiente casi frágil.
Una noche mágica
El ambiente navideño debe respirarse desde el exterior, con miles de lucecitas y velas, muchas velas, sobre todo en el interior, situadas estratégicamente. Porque una iluminación tenue, sugerente, con juegos de sombras que aporten un halo mágico, resulta esencial esta noche. Así, arañas, candelabros, candeleros, palmatorias, portavelas... cobran un especial protagonismo. El mismo que tienen los centros de mesa, el árbol de Navidad y la corona de bienvenida. Y ahí es donde hace acto de presencia el color verde, verde natural: en ramas y hojas de pino, acebo, muérdago, olivo, laurel... No pierdas ni un solo detalle en la galería de fotos.