No nos hemos vuelto locos ni te proponemos nada "irreverente". De lo que te queremos hablar es de la regla del 3, un truco decorativo que nunca, nunca, falla. Se trata de decorar con detalles formando grupos de tres. Así de simple y así de efectivo.
El número del buen rollo
Los tres cerditos, los tres mosqueteros, las tres hadas madrinas de la bella durmiente, los tres deseos del genio de la lámpara maravillosa... Podríamos seguir y no acabar. El tres es energía positiva. Uno nos lleva a pensar en soledad; dos, en amor y tres, automáticamente se convierte en un pequeño grupo y nos lleva a intuir amistad y complicidad. Si esta teoría la trasladas a la decoración, funciona de igual manera. Tres crean un conjunto más armónico que dos y decoran más que uno sin llegar a llenar.
¿Deben ser piezas iguales?
Para nada. La regla del 3 permite jugar. Puedes juntar tres piezas exactamente iguales. Dos iguales y una distinta pero del mismo tipo, por ejemplo, dos cuadros del mismo formato y estilo, y un tercero distinto. Piezas de distintos tamaños, como decorar el sobre de una consola con tres espejos superpuestos de pequeño a grande. Tres detalles que compartan un mismo material aunque colores distintos, como, por ejemplo, tres macetas de barro, dos perfectamente pintadas y una con pintura envejecida. Vamos, que ideas, hay miles.
Para cualquier look
No importa el estilo de tu casa. Una de las grandes ventajas de la regla del 3 es que funciona en ambientes retro, clásicos, contemporáneos, rústicos e incluso minimalistas. Y que solo un grupo de tres detalles decorativos puede hacer que el espacio parezca más vivido y más mimado.
Más vida y equilibrio
A nivel visual, los números impares son más atractivos que los pares porque parecen mucho más dinámicos. Un solo detalle crea un único punto de atención. Dos detalles dibujan una línea, más larga o más corta, pero una línea estática. Sin embargo, un triángulo puede tener distintas formas, és dinámico.
El trío funciona incluso con los colores aplicando la regla de los tres números: 60-30-10. Y es que un espacio conseguirá máximo equilibrio si domina un color en el 60% del espacio –puede ser en paredes y suelos, por ejemplo–; hay un 30% de otro color –puede estar en los tejidos– y un 10% de un tercer color que puede ser el de los toques especiales, como los detalles... ¡en grupos de tres, claro!