No se trata solo de elegir un color, sino de escoger una gama de colores que funcionen entre sí y armonicen tanto con tu casa como con tus emociones. Objetivo: sentirte a gusto y ser feliz.
El color no solo decora. El color lo cambia todo, desde las perspectivas hasta las sensaciones. Por eso, es el camino más rápido para dar vida al ambiente con el que sueñas. ¿No sabes por dónde empezar? Es comprensible. Dudan hasta los arquitectos. Elegir y combinar bien los colores no es fácil. Además de gusto y sensibilidad, requiere práctica –años de probar y equivocarse– para idear gamas cromáticas que funcionen. No es de extrañar que la mayoría acabe con seguras combinaciones de tonos neutros o una envoltura blanca con un toque de color intenso. Pero hay más opciones. ¿Te atreves con una coloración a tu medida?
Identifica tu estilo
El truco es olvidarse del color y pensar en la atmósfera. Si empiezas eligiendo los colores difícilmente llegarás a buen puerto, porque la amplia gama de tonos disponibles y sus infinitas combinaciones te desbordarán. Es mejor darle la vuelta al tema y visualizar el objetivo: el ambiente que buscas. Eso sí, apuesta por algo que te haga vibrar, y no por lo que está de moda o crees que gustará a tus amigos. Tómate tu tiempo -unas horas o unos días- y medita qué look te hace sentir a gusto. ¿Clásico o renovado? ¿Fresco o sofisticado? ¿Rural o urbano? Identifica tu estilo.
Busca inspiraciones
En las revistas de decoración, puedes encontrar ambientes cromáticos que te inspiren para reproducirlos en tu casa. Pero también puedes encargar a un arquitecto o decorador especializado en color un proyecto de interiorismo cromático. Por unos 500 €, acuden a tu vivienda, para captar cómo eres y qué sensación buscas; ver dónde vives (ciudad o campo) y observar el espacio, la luz y los muebles. Y una vez ideado el concepto de color (unos 15 días), te citan en su estudio para exponerte la gama cromática mostrándote qué tonos (y hasta que texturas y diseños) han pensado para cada rincón y por qué. Y en función de tus opiniones (y tus reacciones frente a los tonos) ajustan la paleta a tu sensibilidad.