Buscaban un refugio en el Sur y encontraron un oasis con porches repletos de buganvillas, naranjos y rosales que tanto recordaba a los patios andaluces y a los jardines árabes.
Las impresionantes vistas que se pierden en el horizonte más allá de Tarifa y del estrecho de Gibraltar y que llegan a alcanzar hasta las montañas del Atlas marroquí son el tesoro más preciado de una familia. Unas vistas que se pueden contemplar desde el porche rojo almagro decorado como un salón de verano, con araña de cristal y alfombras. En frente, una piscina que evoca la Alhambra, escoltada por palmeras y un damero de terracota y mármol macael. La escena tiene reminiscencias árabes pero nos encontramos lejos de Oriente. Estamos en la serranía de ronda arropados por bosques y antiguos cotos de caza.
Para vivir al aire libre
En este entorno idílico, el arquitecto marbellí Juan Salvador Shvartzberg imaginó una casa abierta al paisaje. “Tenía que ser un regalo para los sentidos, pensada para vivir día y noche al aire libre, resguardándose en las horas de sol intenso”, explica. El jardín se diseñó con sucesivos porches que forman una galería perimetral y distintos espacios sombreados, a modo de tradicionales patios andaluces.
Con aire de cortijo
“La casa no compite con las vistas. Más bien al revés: es un sobrio mirador con aires de cortijo, como me pidieron los propietarios”. Las fachadas exteriores se vistieron de rojo almagro con molduras blancas que acompañan a las sucesivas glorietas con buganvillas y a un típico patio central de naranjos y rosales. Cipreses, limoneros, mangos y otros frutales llenan de aromas los pequeños rincones íntimos. “Es una casa donde se respira el frescor de la mañana y en la que el jardín, que es su alma, marca con sus distintas floraciones, las estaciones del año... sí, el Edén existe y está aquí mismo, frente a nosotros”.
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