Esta antigua masía enclavada en el corazón del Ampurdán tiene una larga historia. Construida en el siglo XVII sirvió como casa de labranza y más tarde fue convertida en un hotel rural. Hace unos años fue adquirida por su actual propietaria, quien volvió a transformarla en vivienda, en una magnífica segunda residencia.
Las interioristas Pía Fusté y Francina Salom se encargaron de dar esta nueva función a unos ambientes de extraordinaria amplitud, manteniendo intacto el encanto original de la casa.
El porche está arropado por la piedra de la fachada y los densos jazmines que se abrazan a las columnas de madera que sostienen el techo. Es un rincón magnífico para disfrutar de la belleza de la comarca ampurdanesa. Es recogido y fresco a la vez, está a dos pasos de la piscina y se respira un aire ligeramente perfumado gracias a las plantas aromáticas que florecen durante todo el año. Un sofá antiguo de madera decapado y una mesa de centro de aire rústico conforman la zona de estar. El comedor de verano, de mínima expresión, da un toque colonial, con una mesa redonda con sobre de madera y sillas de ratán sobre una alfombra de fibra natural.
Esta masía centenaria ha sido testigo de mil y una historias. Ahora, tras un cuidado proyecto de decoración ha recuperado, con piezas clásicas, su encanto original.
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