¿Crees que podrías combinar dos sillones de estilo Luis XVI, dos mesas de centro de roble macizo, una butaca de ratán con su escabel, una consola rústica y un espejo antiguo con marco de pan de oro? La respuesta es sí. Y como muestra, este salón. Para conseguirlo, los propietarios de esta casa, amantes de las antigüedades y de reaprovechar objetos -una práctica aconsejable para no fomentar el consumo irresponsable-, pintaron las vigas y la librería de blanco, y las paredes de un gris claro. Gracias a estos tonos, que amplían el espacio visualmente, los distintos estilos de mobiliario conviven bien y el salón gana en claridad, ligereza y calidez.
Otro de los retos de los propietarios era hacer de este salón una estancia cómoda para sus hijos. Por eso, los muebles se distribuyeron de manera que no entorpecieran el paso para darles espacio y aire a los pequeños, y se eligieron dos sofás grandes, mullidos y totalmente desenfundables para propiciar el juego y el disfrute de sus hijos.
¿Y tú? ¿Te atreverías a dejar que tus niños jugaran en este bonito salón? ¿Has cambiado la decoración de tu casa por ellos? Explícanos tus anécdotas en los Comentarios.