Para ampliar e iluminar esta buhardilla se blanqueó la madera de pino del techo y se aprovecharon las distintas alturas del techo para colocar las piezas. El gran sofá-cama en “L”, para cuatro, y un pequeño escritorio junto al acceso al baño. La arquitecta Cristina Carbonell eligió el blanco para elevar los techos y el fucsia para darle el aire de alta montaña. Nada queda del pasado, salvo el parquet de color miel envejecido que da calidez y se encarga de recordarnos que esta buhardilla tuvo su historia.