La calidez de la madera y el aprovechamiento de la luz marcan la personalidad de esta cocina de aire rústico.
Primero, la isla. Así de claro lo tuvo el constructor Juan Manuel Alonso, de la empresa Era Carrola. “Enseguida descartamos otras distribuciones posibles –recuerda–; la isla encajaba a la perfección en la planta amplia y alargada, facilitaba los desplazamientos interiores y los movimientos hacia el jardín y el salón”. Esta gran estructura central incorpora una generosa superficie de preparación con un fregadero y la zona de cocción, que se situó en una posición perfectamente estudiada. “Los propietarios son una familia con dos hijos pequeños y ubicamos la placa de inducción de manera que mientras se cocina se tiene justo delante la puerta que da al salón, donde los niños tienen su zona de juegos".
La campana no supone ningún obstáculo, ya que se trata de un modelo instalado en la encimera, escamoteable y de recirculación, es decir, no necesita salida al exterior.
Las puertas acristaladas y la gran ventana horizontal aprovechan al máximo la luz del sol, un bien preciado en este valle pirenaico.
La madera de castaño da calidez al espacio con su presencia en los módulos de la isla “teñidos de nogal y sin tiradores”, y en el techo, “en tablones macizos de anchos variables ligeramente cepillados”. El frente de armarios que incluye los hornos y el frigorífico se realizó con MDF, una fibra de madera que permite un lacado blanco brillante. También en blanco, para contrastar con la madera, se eligió la encimera de cuarzo de la isla.
Y por último, en un extremo junto al jardín se instaló una mesa de office para las comidas de diario, muy ligera y práctica. “La hicimos volada, sin patas, mucho más cómoda”.
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