La reforma conservó algunos elementos arquitectónicos originales, como los pilares de fundición, la altura de los techos y los ventanales. Y es que el respeto por la tradición mantiene viva la esencia de la cocina de esta casa, en pleno centro de Madrid y con una luz privilegiada. El proyecto reformuló los espacios y ubicó la cocina en la zona de día, junto al comedor-salón.
“Hay un cambio en la forma de vivir y la cocina ahora tiene un gran protagonismo. Era importante ubicarla en los espacios nobles de la casa”
Dice la arquitecta Cristina Chaves Galán, del estudio de arquitectura Galán Sobrini, encargado de la reforma.
Así, una estructura de puertas correderas de hierro lacado y cristal comunica la cocina con el comedor. Una solución algo arriesgada porque, aunque se cierren las puertas, la cocina siempre queda a la vista. Por eso era imprescindible crear un espacio limpio y sin obstáculos. Lo lograron con muebles bajos de madera de roble lacada en blanco y los fuegos y el fregadero junto a la pared.
Una isla central se convierte “en un filtro entre la cocina y el comedor”, puesto que puede utilizarse como zona de trabajo, barra de desayunos o mesa de apoyo para el comedor. Y además añade más armarios para guardar. Pero en esta cocina aún hay más espacio para el almacenaje, oculto junto a la zona de lavandería.
Los materiales de la cocina demuestran que el sentido práctico no está reñido con la estética. La encimera de la isla es de acero inoxidable, a juego con el antepecho, la campana y las lámparas, que añaden un toque industrial. La encimera de la zona de cocción es de granito negro, que junto a los pilares de fundición, las puertas correderas y la pared con pintura acabado pizarra, añaden un bello contraste al blanco de las paredes, los armarios y al alicatado tipo “metro”.