Tiene sus raíces en el sur pero se inspira en las cocinas toscanas. Decorada en blanco, con matices tostados y verdes, aquí se disfruta de la comida y de la vida familiar mientras el día transcurre a otro ritmo.
Estamos en Sotogrande, Cádiz, y desde las primeras horas de la mañana, en esta cocina se cuece el día a día de la gran familia que pasa aquí las vacaciones.
Proyectada por el arquitecto Eduardo Dorissa con una estética tradicional y campestre, en esta cocina siempre hay tiempo para todo. Para desayunar con tranquilidad, hacer pequeños centros florales con los que decorar la mesa del office o salir al jardín y recoger unas ramas de mimosa que darán un alegre toque amarillo a este universo blanco. “¿Por qué encargué muebles de color blanco? No tenía dudas. Las cocinas blancas me parecen preciosas, más limpias, porque el blanco da mucha luz y es fácil de volver a pintar”, cuenta la propietaria. Y, además, combina muy bien con el suelo de barro sin tratar, cubierto con alfombras de sisal en las zonas de paso y en el gran office.
Con el buen tiempo, que aquí es la mayor parte del año, abrimos las puertas y tenemos la sensación de estar casi en el jardín
“Cuando construimos la casa, teníamos claro que queríamos una cocina amplia, con comedor”. Por eso destinaron unos 40 m2 a este espacio de ensueño: con una isla central con fregadero auxiliar, zona de cocción y zona de aguas independientes, y un office con capacidad para 6 u 8 personas. “Con el buen tiempo, que aquí es la mayor parte del año, abrimos las puertas y tenemos la sensación de estar casi en el jardín. En invierno, en cambio, encendemos la chimenea y el comedor es también muy acogedor”, dice la propietaria.
La distribución es cómoda y la cocina tiene mil y un detalles que refuerzan el estilo campestre y tradicional y le dan un aire muy personal: una hornacina en el muro para guardar tablas de cortar, aceitunas y botellas; ventanas con contraventanas blancas por dentro y verdes por fuera; un techo de vigas que parece antiguo; una campana de obra con repisa para la colección de morteros; baldosas antiguas que cubren los antepechos de la cocina y el fregadero; la puerta dividida en dos que puede abrirse solo por arriba, como una ventana; o la gran vitrina del office, donde la propietaria expone sus vajillas y cristalerías. Piezas con historia que la acompañan en sus largas y multitudinarias veladas.