Y lo más evidente: tradición en los muros de piedra, que se conservaron tal cual, se limpiaron y se retocaron allí donde hacía falta, unos muros que transmiten confianza eterna y aseguran protección ante cualquier exceso climatológico. Los tejados y suelos de la casa estaban muy deteriorados, pero la propietaria puso paciencia y empeño en que la casa volviera a relucir. Todo está pensado y reformado con muchísimo mimo y cuidado, y el resultado ha sido magnífico.
Mesa, alacena, consola y lámpara, de Becara. Sillas, de Hanbel. Lámparas de techo, de Jardin D'Ulyse, en el Estudio de Mónica Garrido.